Si hubo una materia en la que el presidente Santos obtuvo una buena nota fue en la que tiene que ver con las relaciones internacionales.
No solo por la forma que accedió a las exigencias de dos complicados vecinos como son Chávez y Correa para poder reanudar el comercio bilateral, sino por la aprobación del TLC con los Estados Unidos y los esfuerzos para matricular al país como miembro pleno, algún día, de la Apec.
Con los vecinos, como se sabe, se hizo borrón y cuenta nueva, así la dignidad nacional en su memoria histórica haya quedado resentida.
Ahora Chávez nombra un nuevo Ministro de Defensa, con graves señalamientos de ser simpatizante de las Farc, y el silencio de Santos y su gabinete es elocuente.
Pero además de eso, hay lunares que algunos observadores destacan en la gestión del actual jefe de Estado.
Insisten en que sus célebres locomotoras del desarrollo no arrancan, en especial la que tiene que ver con la infraestructura vial.
Los desastres que ha causado el invierno han golpeado la capacidad de acción de un gobierno que ya tiene en mente prolongar por otros cuatro años su actual mandato.
La misma demora para reformar las Corporaciones Autónomas Regionales -CAR- han agudizado los efectos dramáticos de la ola invernal.
Desde hace un año se anunció, con estridente fanfarria, su reforma. Sacó pecho y a voz en cuello proclamó que recurriría al Congreso para tramitar la propuesta. El silencio fue el manto que ahogó la iniciativa y ahora la ola invernal ha demostrado la incapacidad de esas corporaciones. La naturaleza desbordada ha cobrado con intereses de usura, las vacilaciones y atrasos del Ejecutivo, para llevar a cabo esas reestructuraciones.
En la primera ola devastadora de las aguas, el Gobierno clamó por impulsar un proyecto de ley para vender el 10% de Ecopetrol. Quebrando la alcancía podría obtener recursos por 16 billones de pesos para la reconstrucción nacional.
La Corte Constitucional apareció como un fantasma para inquietarlo. Asustado, el Ejecutivo no fue capaz de dar la batalla en el Congreso. Caminando en puntillas, sus ministros lo retiraron del orden del día. Mientras tanto, el país inundado, con el agua hasta el cuello, no tiene mayor capacidad financiera para atender a una comunidad que en vez de transitar a pie por las calles, lo hace en canoas.
La ley de educación fue el tercer round por el cual besó la lona el Ejecutivo nacional.
Los estudiantes, "indignados" por lo que creían que era una improvisación, salieron a las calles a protestar.
La Ministra dio sola la pelea con decisión y coraje. El Presidente echó mano de la reversa, salida que ha sido su defensa para enmendar la inmadurez de aquellos actos que se han lanzado al aire sin evaluarlos.
Aún el país no sabe cuándo se presentará una nueva ley educativa moderna y justa que llene las aspiraciones de los intereses en conflicto.
El país espera que el pragmatismo del Presidente Santos tenga en este 2012, menos reculajes y menos vacilaciones para llevar a cabo todo lo que prometió en su campaña electoral.
Si bien ha tenido aciertos -y creemos que su balance consolidado es positivo en lo que va hasta ahora de su gestión- hay aun propuestas, que en lista de espera, no se pueden quedar estacionadas.
Sobre todo, en un año como el que comienza, en el que va a tener que pagar las consecuencias del cruel invierno y que se prepara para medir los duros coletazos de la crisis económica europea, de la cual, para amortiguar sus efectos, no hemos encontrado el mejor antídoto que nos pueda proteger de tamaño veneno.
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