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Carta abierta a un alcalde mexicano

23 de noviembre de 2009
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“De modo que lo que sale de una dictadura, y saldrá tanto más completamente cuanto más dure esa dictadura, es una sociedad guerrera de tipo dictatorial. Es decir, un despotismo militar. No podía ser otra cosa. Yo no sé mucha historia pero lo que sé que encaja con esto…”
(Fernando Pessoa. “El banquero anarquista y otros cuentos de raciocinio”, Alianza editorial, España, página 20)

“Paramilitares al estilo mexicano”, reza un titular de prensa del pasado 15 de noviembre, ya que según Mauricio Fernández, elegido recientemente alcalde del municipio más rico de México, San Pedro Garza García, la única manera de contrarrestar los avances de las pandillas delincuenciales, es recurriendo a la formación de grupos de escuadrones de la muerte, que tomen la justicia en sus propias manos y desarrollen una política de “limpieza social”, apoyados tanto por la municipalidad, como por los sectores mafiosos afines a las altas y refinadas actividades económicas de consumo en dicho municipio.

El nombre no podía ser más grotesco y horroroso, pues el dicho alcalde los llama “guardias blancas”, quienes desarrollarán en el rico municipio de San Pedro las labores paramilitares propias a dichos escuadrones y que en Colombia sabemos perfectamente como actúan y en que terminan. No sobra contarle al lector que este municipio ubicado en el norteño estado de Nuevo León, está cerca del gran centro financiero de México Monterrey. Se sabe incluso que, algunos de los capos del narcotráfico viven allí y tienen un acuerdo tácito con el alcalde Fernández, para garantizar la seguridad en San Pedro.

La comparación con Colombia es inevitable, ya que nosotros ensayamos esa fórmula en la década del 90 y, sabemos mejor que nadie, los nefastos efectos de dicho “paralelismo institucional”, sobre la vida nacional y sus responsabilidades en los miles de crímenes de guerra, así como en los más de 3 millones de desplazados, así como sus implicaciones sobre el aparato político, es decir, lo que conocemos nosotros como parapolítica y que tiene al Congreso de la República sumergido en la más profunda crisis de legalidad y de legitimidad durante toda su historia.

Pero lo más complejo de la situación mexicana es que, según una encuesta desarrollada por un medio local, el 40% de la población encuestada en México, acepta y cree conveniente la propuesta presentada por el alcalde Fernández de utilizar escuadrones paramilitares para controlar la seguridad en su municipio, aún sin  el consentimiento del gobierno nacional mexicano, lo cual nos enrostra la crudeza actual del conflicto urbano hoy, tanto en México, como en el contexto centroamericano con las Maras que es el nombre allí dado a las bandas, combos y pandillas armadas entre nosotros y, en Medellín, por supuesto, que no escapa hoy a esa agudización del conflicto urbano.

El gran problema democrático de una sociedad, es cuando acepta, por acción u omisión, que el monopolio de las armas no recaiga exclusivamente en el Estado y soporta y valora, de alguna manera, el ejercicio ilegal del poder militar. Pero es problema también, cuando el Estado abusa legalmente de su poder y que fue lo que en su momento favoreció el surgimiento de los primeros grupos guerrilleros liberales, germen de las futuras guerrillas de izquierda en Colombia y, hoy, nuestro país, se debate aún entre ka verdad de la guerra paramilitar y el monopolio de las armas en manos del Estado, batalla aún no ganada por la legalidad y siguen pululando por nuestra geografía ilegales armados guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes.

Ojalá que este alcalde de ese próspero municipio mexicano, supiera de nuestra amarga experiencia con la conformación de las bandas paramilitares...

Ojalá que el alcalde Fernández comprendiera la dinámica del conflicto urbano, asunto bastante improbable, por cuanto normalmente las élites de poder, se encierran en sí mismas, militarizan la sociedad por su seguridad y violan el principio militar democrático del monopolio de las armas en el Estado: El concepto de Estado lo privatizan, lo colocan a su servicio y lo acompañan de paralelismos militares para la realización del trabajo sucio que no pueden realizar el ejército y la policía. Es así, el No Monopolio de las armas por parte del Estado, le permite a las élites económicas, políticas y militares mantener, “a sangre y fuego”, el Statu Quo; Colombia lo ha experimentado, México lo ha comenzado a aplicar: los paralelos hoy entre nuestros países es inevitable.

Nosotros tenemos una experiencia valiosa en la atención al conflicto urbano que deberíamos intercambiar con México; entre nosotros ya hubo (¿ya terminó?) una experiencia aterradora de la utilización de escuadrones paramilitares para controlar la delincuencia y la acción guerrillera, que nos tiene al bordo de ser investigados por la CPI.

Y a pesar de Chávez, deberíamos hoy mirar mucho más a México y explicarle a nuestra hermana nación, lo catastrófico que significa el uso del paramilitarismo para resolver los problemas de inseguridad de una nación…

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