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Cazar gazapos, el legado centenario de Argos

Este ingeniero civil dedicó toda su vida al cultivo del idioma. Este noviembre cumpliría 100 años de vida.

  • Cazar gazapos, el legado centenario de Argos | ILUSTRACIÓN EMERS
    Cazar gazapos, el legado centenario de Argos | ILUSTRACIÓN EMERS
06 de noviembre de 2014
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Ni siquiera Gabriel García Márquez salió limpio a las correcciones de este antioqueño nacido en Andes, en noviembre de 1914. Su nombre de pila fue Roberto Cadavid Misas, más conocido como Argos, seudónimo que él mismo adoptó tomado de ese gigante de 100 ojos de la mitología griega.

Ese mismo número de ojos tuvo este intelectual paisa para mirar, corregir y cazar los gazapos en El Colombiano. "Los errores gramaticales los corregía con gran sentido del humor, tenía mucha gracia", recuerda Alberto Velásquez Martínez, exembajador, periodista y amigo cercano.

Un erudito del idioma
En una Biblia para los periodistas se convirtieron sus columnas: El Sanalejo de Argos, Vejeces y El Quijote a lo Paisa, así lo reconoce Pablo Arbeláez, periodista deportivo de El Colombiano. "Era de una crítica muy entretenida, gozadora. Era registrador del buen léxico. ¿A quién no le iban a quedar ganas de aprender más si había una persona pendiente de todo?".

Pero no solo sabía sobre el manejo idiomático, quienes lo conocieron hablan de él como un personaje de una gran cultura, sabia de filosofía, de literatura, era un gran lector.

Liliana Vélez de Restrepo, quien también fue periodista de este diario, recuerda a Argos como "un abuelo bonachón divino. Aunque estuviera ocupadísimo en un texto importante, jamás rechazaba que uno llegara a su puesto con una inquietud, él paraba lo que estuviera haciendo para revisar. Tenía una paciencia infinita para corregirnos, nunca se le oyó un regaño. Con esa paciencia infinita te decía "mira yo creo que hubiera sido mejor así", y orientaba, no se lo comía a uno de un grito".

Descomplicado y elegante
Así se refiere a Argos Ramiro Velásquez, periodista científico de El Colombiano, "siempre de cachaco, bien vestido, descomplicado. Bajito. No muy conversador pero si uno le ponía tema...".
Alberto Restrepo, el creador del Pensagrama, quien compartió oficina con Argos, recuerda a Cadavid por su amabilidad "y porque más de una vez me gozó en sus Gazaperas".

Al hacer memoria salta en él la imagen de su colega sentado en la calle, en Juanambú, mientras le lustraban los zapatos. "En un viejo reportaje sobre él le hicieron esa foto, era una costumbre que tenía".

Además de ser colaborador para El Colombiano, Argos escribió para El Espectador. A Bogotá viajaba los jueves y viernes, y justo uno de esos días de 1989 cuando debía estar en Bogotá como era habitual, un infarto acabó con su vida. Jorge Franco Vélez, uno de los pocos amigos que tenía, lo encontró muerto en su apartamento.

De eso ya han pasado 25 años y este intelectual antioqueño sigue siendo recordado con gratitud por los periodistas de más trayectoria. Ahora, entre los más jóvenes se siente la ausencia de Argos, ¡qué falta hace un cazador de gazapos del periodismo actual!

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