Ha muerto Hugo Chávez. En reposo están ya sus carnes, pero en acción seguirán sus ideas, así como el amor y el odio, la esperanza y el miedo que generó en su pueblo y en la región. Los sentimientos que movió incluso en personas que solamente lo conocieron de oídas o por lo que publicaban los periódicos.
El Soldado del Pueblo. Así le dijeron en Venezuela desde que saltó a la escena pública liderando intentonas de golpe de Estado en 1992, contra el presidente Carlos Andrés Pérez. Mayor del Ejército y Comandante de la Unidad Élite de Paracaidistas, millones de venezolanos vieron por televisión a este mestizo bien erguido, con traje de paracaidista, quien minutos antes había mandado traer su boina roja, como si presintiera que esta se convertiría en símbolo de su movimiento. Notaron su leve tic nervioso en una mejilla, que le quedó por las hemorragias nasales sufridas desde que era niño y se golpeó en una acera. Después de saludar al pueblo y de calificar sus palabras como un mensaje bolivariano, les ordenó a unos 10.000 hombres de sus filas que se rindieran:
"Compañeros, lamentablemente, por ahora, los objetivos que nos planteamos no fueron logrados en la ciudad capital. Es decir, nosotros, acá en Caracas, no logramos controlar el poder (…) Así que oigan mi palabra. Oigan al comandante Chávez, quien les lanza este mensaje para que, por favor, reflexionen y depongan las armas (...)".
Y con ese "por ahora" que, según confesaría después, le salió sin darse cuenta, comenzó el mito. Inmensas filas se formaron en la prisión de Yare para saludar a ese militar mestizo, de hablar recio, directo y espontáneo que decía luchar por los intereses del pueblo y contra la corrupción que era rampante.
El llanero
Hugo Rafael Chávez Frías nació en Sabaneta, municipio del estado de Barinas, el 28 de julio de 1954. Es decir, un llanero. Era el segundo de seis hijos de dos maestros de escuela, Hugo de los Reyes y Elena. Un hogar tan pobre que cuando apenas habían nacido Adán y Hugo Rafael, los mayores, la abuela paterna se ofreció a criarlos y los maestros aceptaron. Crecieron en casa de la abuela.
Siendo niño, junto a su hermano Adán, vendió cocadas y galletas de papaya y dulces en la puerta de una escuela. Fue monaguillo y fue desarrollando gran afecto por la pintura, la música, la escritura y el teatro. Pero por encima de todo, soñaba con llegar a ser beisbolista cuando creciera.
Cuando se graduó de bachiller en ciencias, en el liceo Daniel Florentino O’Leary, de Barinas, en 1971, seguía soñando con llegar a ser un lanzador zurdo en las grandes ligas. Y si entró a la academia militar no era tanto porque lo empujara la vocación hacia la carrera de las armas, sino porque creía que le serviría de puente para llegar a la pelota caliente: el entrenador del equipo de béisbol de ese centro, a quien él admiraba mucho, creía que podría ayudarlo en su carrera hacia el estrellato deportivo.
Estos detalles, los de la crianza, eran los que quería saber la gente sobre el conspirador. Apelativo que no se ganó solamente por las intentonas del golpe de 1992. No. Diez años antes formó el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200, no de izquierda ni comunista, decía, sino humanista y seguidor de las ideas de Simón Bolívar.
Carrera política
Rafael Caldera, presidente que sucedió a Carlos Andrés Pérez, logró para él la libertad, después de dos años de cárcel, pero no de manera gratuita: le dieron la baja militar.
Fue entonces cuando él recorrió el país llevando sus ideas, hasta que en 1998 tenía tal capital político, que ganó las elecciones presidenciales con casi el 60 por ciento de los votos.
Al tiempo que liderazgo, Chávez fue cultivando un egocentrismo e ideas que muchos consideran dictatoriales. Comparado con Hitler, Gadafi y otros personajes similares de la historia por ambos aspectos, no toleraba a los detractores: ejerció censura contra medios de comunicación que lo atacaran o atacaran sus ideas. Por otra parte, la megalomanía, es decir, sus delirios de grandeza, comparables con las de muchos de los dictadores del mundo, le hacían creer que él era una especie de encarnación de Simón Bolívar. Estas acciones y su misma personalidad dividieron a los venezolanos en dos polos: los chavistas y la oposición.
No obstante, Cristina Marcano y Alberto Barreta en el libro Hugo Chávez sin uniforme, una historia personal, así como otros comentaristas políticos de ideas afines o contrarias, coinciden en expresar que Hugo Chávez era un ser instruido y lector.
"Quienes han querido caricaturizar o folclorizar a Chávez han cometido un grave error —asegura Iván Cepeda Castro, representante a la Cámara, en Colombia—. Él era un gran estadista. El suyo no era solamente un planteamiento teórico y retórico, sino práctico. Un verdadero modelo político, aunque pudiera ser objeto de críticas".
Cepeda llegó a compartir con el venezolano. Una vez, en la preparación de una liberación de secuestrados por la guerrilla, estuvo reunido con él y otras personas por tres horas, en Caracas. El ambiente entre los gobiernos de Colombia y Venezuela estaba enrarecido. "No tenía protocolos".
Carlos Lozano, director del semanario Voz y miembro del Partido Comunista Colombiano, asegura que Chávez tenía una visión continental de la política. "Creía que América Latina tiene los recursos naturales suficientes y grandes valores para relacionarse sin complejos a las grandes potencias".
Así también, espontáneo, lo recuerdan Consuelo González de Perdomo y Orlando Beltrán, dirigentes políticos que consiguieron su libertad en momentos diferentes, después de años de secuestro, gracias a la intermediación de él. Los recibió en Caracas y mostró hacia ellos "un gran sentido humano". En los actos de bienvenida, "me sorprendí de que, cuando la Banda Presidencial interpretó el Himno de Colombia, el presidente Chávez lo cantó completo. ¡Se lo sabía…", recuerda Consuelo. Además de expresarles su alegría por su liberación y de felicitarlos por la resistencia que tuvieron en esos penosos años, los dejó tres días en la capital venezolana sometiéndose a numerosos exámenes médicos, todo de cuenta de su Gobierno. "Me invitó a estar con él en un Aló, Presidente", su programa de televisión, para hablar de su nefasta experiencia en cautiverio.
"Fue en esos exámenes exhaustivos que me detectaron un mioma cerebral y allá fui sometido a tratamiento", revela Orlando.
El carisma del discutido dirigente político también lo percibió Carlos Lozano, el director del semanario Voz. "A todas las personas las trataba por igual. Le gustaba hablar bastante e ilustraba con poemas y trozos de canciones cuanto decía".
Antonio José Caballero, el periodista que cubrió desde el interior de la sede de Gobierno venezolano el regreso de Hugo Chávez, luego de haber sido retenido por golpistas liderados por el empresario Pedro Carmona, en la isla de Orchila, con la intención de despojarlo del poder, en 2002, lo conocía desde mucho antes por encontrarse en diversos eventos políticos. Con el tiempo, el Presidente hasta se interesaba en sus asuntos personales. En su salud, en su vida sentimental.
"Él era un hombre sencillo, de origen campesino y así se comportaba siempre". Caballero cree que él se terminó de preparar en materia política, después de haber alcanzado la Presidencia. Amante de la música llanera, agradeció un disco de poemas en la voz de Juan Harvey Caicedo, que le dio Caballero un día. El periodista de cabello blanco nunca lo vio bebiendo licor ni fumando, pero sí "tomando café; mucho, mucho café".
Así, Hugo Rafael Chávez Frías no consiguió ser leyenda de la pelota caliente con su mano izquierda, como hubiera querido, pero el recuerdo de su nombre, amado y odiado, estará caliente por su impulso a la izquierda latinoamericana.
Pico y Placa Medellín
viernes
0 y 6
0 y 6