Desde que aterrizas en Santiago de Chile te das cuenta de que el rescate de los 33 mineros es el tema en boca de todos. "Ojalá los saquen pronto" y "¿porqué no los sacan si ya llegaron donde ellos?", son expresiones que se pueden recoger en cada rincón, en cada esquina de la capital.
Desde que te bajas del avión y hasta caminando por las calles de esta ciudad, no se habla de otra cosa que no tenga que ver con los valientes hombres atrapados a 700 metros bajo tierra desde hace más de dos meses.
No es época de Mundial de Fútbol cuando el país se paraliza para ver jugar a la Roja. Sin embargo, en cada local hay un televisor, un radio u otro medio por el que todos están pendientes de la información que llega de la mina San José.
Allí, 33 compatriotas se juegan el partido más importante de sus vidas. Además, los chilenos comprenden que hoy su país es un referente para el mundo.
Periodistas de distintas nacionalidades llegan copiosamente a la capital chilena para intentar desplazarse al modesto aeropuerto de Copiapó, ubicado en medio del desierto de Atacama. Desde allí buscan llegar por tierra a la mina.
Los comunicadores afirman que nunca han cubierto una situación de estas características y que tiene a Chile a punto de convertirse en una nación milagrosa.
Los pitos y las sirenas que se escucharon en la madrugada del sábado en la mina San Jos,é cuando la máquina T-130, encargada de ejecutar el plan B, terminó el ducto por donde serán evacuados los obreros, también se escucharon en Santiago. La ciudad celebró el pasó definitivo que acerca a los rescatistas a la hazaña.
Los habitantes locales dicen que izaron banderas en sus casas, los carros hicieron sonar sus bocinas y las lágrimas de los familiares de los mineros se replicaron en distintas zonas de la ciudad. Todos sintieron como suya, lo que en principio se vaticinó como tragedia y que está a punto de terminar en celebración. En una fiesta a la vida, a la tenacidad y al valor.
En la terminal del aeropuerto Merino Benitez, de Santiago, no solo hay una procesión de periodistas sino también de turistas de varias partes del mundo que quieren estar presentes en el momento de júbilo, cuando sea liberado, de la entrañas de la tierra sano y salvo, el primer obrero.
Ayer Santiago amaneció con un clima de Esperanza, como el nombre del campamento en la mina de San José, donde los familiares esperan que esta semana puedan tener de vuelta a sus seres queridos, a los que la tierra quiso tragar, pero quienes con su tenacidad han decidido que no es la hora de abandonar la vida, pues tienen mucho que contar y enseñar al mundo sobre su valerosa historia.
Así continúa esta gran hazaña, tanto de la ingeniería como de la resistencia humana. Solo falta el episodio final, el más emocionante: cuando de la tierra broten 33 guerreros dispuestos a recibir el regalo de vivir por segunda vez.