El 27 de enero próximo la Compañía Colombiana de Tabaco cumplirá 94 años de una historia que va más allá de tabaqueros, hojas secas, humo de cigarrillos y grandes cultivos que tapizaban los campos de Santander, Bolívar, Huila o el Eje Cafetero.
Esa historia la empezaron Bernardo Mora, Luis Restrepo, Carlos E. Restrepo y Basilisio Uribe, en 1919. Ellos unieron sus fábricas de Medellín, Bogotá y Manizales para producir juntos cigarrillos como Victoria, Egipcio, Hidalgos y Legítimos, o nuevas marcas como el legendario Pielrroja (1924), que aún se produce, mientras su publicidad histórica de calendarios sigue vigente por cuenta de falsificadores. Esa historia va más allá.
Los excedentes millonarios de este negocio se convirtieron en una renta vital para la salud pública de los departamentos, el desarrollo de industrias conexas como la del papel y el cultivo de tabaco rubio en pleno trópico, así como fondo de inversión privada que inyectó dinamismo a negocios tan disímiles como los hoteles, los medios de comunicación y hasta bancos.
“Lo que se sabía de tabaco en Colombia era por Coltabaco y llegó a ser una de las empresas más importantes del país, donde todo el mundo quería trabajar por ser pionera en prestaciones sociales para trabajadores como el aguinaldo de Navidad (luego la prima), el seguro de vida y las vacaciones pagadas”, recuerda Darío Múnera Arango, quien fue presidente de Coltabaco por 29 de los 56 años que estuvo vinculado a esa compañía que llegó a tener 2.500 empleados directos.
A mitad del siglo pasado, en Colombia ocho de cada diez cigarrillos que se fumaban eran producidos por Coltabaco, y eso muy a pesar de un contrabando que no cesa. Esta historia de progreso pasó a manos extranjeras en 2005, cuando después de muchos coqueteos, el llamado Grupo Empresarial Antioqueño (GEA) decidió vender a la multinacional Philip Morris esta tabacalera cuya historia de 94 años aún se refleja en su primer eslogan: “Para progresar es necesario servir”.