Hablar de antioqueños de pura raza es hablar de tradición, de memoria, de aquellos pueblos donde germinaban hombres de bien, hombres trabajadores, hombres honestos.
Es hablar de mi padre y hoy es uno de esos días en que tengo que acomodar mi angustia, que tengo que escribir para ordenar mis ideas, mis impresiones, mis deseos, y los recuerdos de mi infancia adquieren otra dimensión, y rebuscando en mi memoria veo aquel buen hombre nacido en un pueblo del Suroeste antioqueño, nacido entre los árboles de aquella tierra montañosa, un pueblo con una belleza natural en sus bosques, con un paisaje recio cubierto por una frágil bruma, de cristalinos riachuelos, que bajan serpenteando la montaña.
Mi padre, paisa de nacimiento y de vocación, adoraba su tierra, hablaba de sus antepasados, de su pueblo, de su gente. Él fue un intelectual, un hombre leído, le gustaba leer, se devoraba los libros y, el fin de semana, sostenía en sus manos el periódico y recuerdo que comentaba las noticias de aquella época, era un hombre de distinción.
Tenía una sólida conciencia social y fuertes convicciones, un hombre que supo formar una bella y numerosa familia, educada en los valores morales, en el temor a Dios, porque recuerdo que él decía: "Solamente quien teme a Dios logra la sabiduría para guiar a sus hijos", nos preparó para la vida, era un maestro, me daba lecciones de amor, de obediencia, era un buen disciplinador, utilizaba el amor para marcar mi conducta errónea y me castigaba cuando debía, debo confesar que utilizaba la tradicional "correa".
¡Qué linda época aquella!, no me cabe concebir ninguna necesidad tan importante durante la infancia de una persona que la necesidad de sentirse protegido por un padre.
Su vida se caracterizó por hacer el bien y hacer bien las cosas, desde el lugar y las posibilidades que la vida le dio, mantenía en alto sus ideales, sin perder la calma o razón. Lleno de paz y sabiduría, era un abanderado de la justicia y rectitud en demasía.
¡Duele tanto su ausencia!, que se me hace un nudo en la garganta el continuar con este escrito, pero es mi fragilidad, pero esas huellas de mi papá paisa están ahí desde mi atolondrada mente infantil y se van acrecentando más y más y seguiré sus huellas hasta... plasmarlas con las mías.