La luz es uno de los elementos más importantes al pensar en un salón. Muchas veces, al entrar en una casa de inmediato podemos darnos cuenta de que algo falla y, aún así, no sabemos qué.
No se trata de una cuestión de gustos, si un lugar está mal iluminado esa falla se va a hacer evidente.
Un espacio no solo está mal iluminado cuando está oscuro. También lo está cuando hay mucha intensidad en las luces. Hay que saber llegar a ese punto ideal en el que no nos chocaremos con los muebles y que las luces no cegarán a los invitados.
Uno de los principales problemas está en comprar las lámparas sin saber cuántos vatios se necesitarán para los metros cuadrados que se van a iluminar.
A modo de promedio hay que tener en cuenta que 20 vatios son suficientes para iluminar un solo metro cuadrado.
Pero los vatios no son lo único. La intensidad de los bombillos es otro de los elementos que hay que tener en cuenta. Los de tungsteno o incandescentes de luz amarilla son útiles para resaltar los tonos rojizos mientras que las lámparas halógenas, de luz blanca, son recomendadas para resaltar tonos fríos como el verde, el azul y el gris. También hay que saber que las superficies oscuras atrapan la luz: una pared negra o un mueble café se robarán un poco de la luz de las lámparas del salón.
Finalmente, cada espacio tiene una lámpara distinta. Para las zonas de paso, lo mejor son las colgantes o las empotradas.
En los rincones de la sala es donde mejor se aprecia el juego de luces y de iluminación. Allí se puede optar por lámparas de piso junto a otras de apoyo distribuidas en las mesas.