Prácticamente pegada de una uñita quedó la casa de Dora Cecilia Vélez, en el sector Manzanillo (Belén Rincón), luego de un deslizamiento que en la madrugada del viernes ocasionó graves daños materiales en el sector.
La casa de dos pisos, en la que esta señora de 48 años vive hace 18 con su esposo y su hijo, quedó casi colgando del cielo, en toda la cima de la zona del derrumbe, y pareciera que con un empujoncito más de la tierra se vendrá abajo, como la masa de lodo que en medio del aguacero del viernes se precipitó destruyendo tres kioscos, tres buses y una microbuseta escolar que prácticamente atajaron la avalancha.
-Vi el aguacero y me salí, sabía el peligro porque estaba muy anunciado, ayer mismo -jueves al mediodía- llamé al Simpad y me dijeron que venían el sábado con máquinas, pero vea, no dio tiempo-, relató Dora Cecilia.
A pesar de haberse salvado, tendrá que desocupar la casa, según la recomendación que le dio el Simpad. Ella, que tiene en ese inmueble la razón de su vida, dice que no se irá y que está dispuesta a quedarse pase lo que pase.
-De aquí no me voy, así cada que llueva me tenga que salir a la calle- repetía ayer en medio de la desolación, mientras su inquilina del primer piso, Ana Mejía, expresaba tristeza porque estaba amañada en el lugar, pese a llevar allí sólo 6 meses.
-Lo acogedora que era la casa y lo elegante-, dijo.
Eso decían estas señoras en la parte alta de Manzanillo, porque abajo la historia era otra. Allí, Carlos De Ossa, conductor del bus número 132, de Cootrabel, sentía orgullo porque el carro que él maneja ayudó a salvar al barrio de una tragedia.
-Si no hubiera sido por los buses (el suyo, además del 159 y el 085), la avalancha habría tumbado varias casas y originado una tragedia-.
Jorge Posada, conductor del 159, añadió que los carros siempre los dejaban en ese sitio, a un lado de la cancha de fútbol y del centro de salud, porque nunca pensaron que algo así pasaría.
A los tres conductores les tocará esperar que los dueños los reparen para reanudar labores, igual que a Johny Saldarriaga, propietario de una buseta escolar que quedó semidestruida.
Tragedia avisada
Marta Marulanda, codueña de un kiosco que quedó sepultado, dijo que el negocio lo tenían hace 14 años y era casi el sustento familiar.
-Tocará ver cómo nos ayudan, porque la tragedia estaba avisada-, denunció.
Y es que en el barrio lo habían previsto: los canales por los que bajaba el agua de la quebrada estaban taponados y el agua chorreaba por la calle, el Simpad incluso había enviado trabajadores, pero no se hicieron las reparaciones a tiempo -dice la gente- y con el aguacero la montaña no aguantó más la presión, se ablandó y se dejó venir, dejando mucha destrucción.
Ayer, Manzanillo era todo barro, caos y más familias afectadas esperando una compensación por los daños.
Camilo Zapata, director del Simpad, no compartió la apreciación de la comunidad sobre la presunta negligencia de su institución y, al contrario, manifestó que se venía trabajando en tres puntos diferentes de esta zona para evitar una desgracia. Aclaró que las secretarías de Desarrollo y Obras Públicas están apoyando las labores, que siguen haciéndose para mitigar los impactos del flujo de lodo. Por último, informó que en el sector recibieron orden de evacuación tres casas que quedaron en riesgo.
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