Lo primero fue soñar. Sí. Nos autorizaron cambiar el paisaje apretado y rutinario de la sala de redacción por el variopinto y descrestante reguero de montañas, valles, selvas, ríos y mares de Colombia.
Trato hecho. Morrales, cámaras de fotografía y libretas de apuntes al hombro y a la mano. De regreso, a contarles y a mostrarles a nuestros lectores, de la mejor manera posible, la inmensidad de las maravillas naturales de la patria.
Viajamos a Nariño y Cauca, a Chocó, a Magdalena, a Boyacá, a Huila y al Amazonas. Nos tropezamos con un país inundado de biodiversidad, poblado de gente solidaria y soñadora y repleto de paisajes que llevan, aun al viajero más exigente y recorrido, al éxtasis.
Pero también chocamos de frente con las recientes y crecientes amenazas a nuestro medio ambiente: talas inmisericordes de selva, pescas desastrosas con redes de arrastre, caza de delfines rosados, colonizaciones desordenadas y sin límites, canales artificiales que vacian el agua marina de los manglares. Peligros inminentes para el manto de una naturaleza única, la nuestra.
Y al tiempo nos empapamos de los testimonios que certifican la necesidad de que el Estado colombiano siga vigorizándose para poner orden, para llevar turistas y para tender puentes al progreso de comunidades hundidas entre vegetaciones y aguas inhóspitas.
Reportear y escribir este especial periodístico nos conmovió, nos hizo sentir expedicionarios en un país que conocemos muy poco. Nos halagó sentir los brazos de la gente de nuestras regiones y de los integrantes de la Unidad de Parques Nacionales Naturales de Colombia. Nos alegró ver tanta riqueza y tomar conciencia de que hay que cuidarla. Se las enseñamos para que la visiten y la protejan.
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