Toda historia que se precie debe enfrentar al bien con el mal. El lado oscuro contra el héroe capaz de resistir a las tentaciones del reverso tenebroso de la fuerza.
Los ejemplos son infinitos. Vean si no el mito de Crono, el más terrible de los hijos de Gea (la diosa Tierra griega), quien castró a su padre, se casó con su hermana y se tragó a sus propios hijos ante el temor a que le derrocaran.
Y Zeus, el bueno de la película, capaz de lograr que su "viejo" regurgitara a sus hermanos para quedarse luego, tras echarlo a suertes con Poseidón y Hades, con el cielo y el aire como reinos.
O Caín y Abel, un clásico del odio fraternal. Más recientes están los casos de Uribe y Santos (elijan ustedes bando) o los de Mourinho y Guardiola, convertidos en los Darth Vader y Skywalker del fútbol contemporáneo. Sin los malos, los buenos no sólo resultan un tostón sino que además son carne de guillotina.
Ya lo dijo el cardenal Richeliu y no mentía: "Que me den seis líneas escritas por el hombre más honrado y encontraré motivos para hacerle ahorcar".
Por eso, hablando de purpurados, el escándalo de espionaje en el Vaticano tiene ya su héroe y su villano. Como saben, un complot sacude a la Santa Sede por la fuga de documentos que revelan la lucha intestina entre dos facciones de la Iglesia Católica: la que representa el debilitado y anciano Papa, Benedicto XVI , y la que encarna su secretario de Estado, el cardenal italiano Tarcisio Bertone , a quien se atribuyen todas las maldades posibles y alguna más.
El escándalo va camino de convertirse en un best-seller de verdad, dejando en humo de paja las novelitas de Dan Brown. Los hechos se remontan casi un año atrás, cuando el entonces administrador del Vaticano, monseñor Carlo Maria Viganò, fue relevado de su cargo y enviado a Washington como nuncio apostólico por denunciar ante el Santo Padre la creciente corrupción tolerada por Bertone.
Al menos eso ha revelado uno de los "cuervos" (confidentes) del Papa en el diario turinés "La Stampa".
Según este "topo papal" la curia vio en la derrota de Viganò una victoria de Bertone y se alió con el cardenal. Entonces, el Papa decidió protegerse y convocó a cuatro hombres y una mujer de su entera confianza en una conjura para destapar las artimañas de Bertone y sus aliados, explicaba ayer en una entrevista la "espía" del Papa en otro periódico. La delatora añade que entre los llamados "cuervos" hay también cardenales, prelados, laicos y religiosos empeñados en defender al Papa de sus "enemigos".
Una red de agentes secretos que combate contra quienes consideran al Sumo Pontífice un estorbo. De momento, la trama se ha cobrado dos víctimas, ambas del "bando papal": el mayordomo de Benedicto XVI, Paolo Gabriele , detenido la pasada semana por filtrar documentos secretos y cuyo papel parece el de chivo expiatorio, y el presidente de la banca vaticana, Ettore Gotti Tedeschi, íntimo amigo del Papa, defenestrado el pasado jueves por "gravísimos" errores de gestión.
El complot promete más si cabe por el secretismo que envuelve a una institución milenaria. Pero que nadie se rasgue las vestiduras: guerras vaticanas ha habido miles.
Porque en la Iglesia, como en cualquier organismo, habitan hombres y mujeres con sus virtudes y miserias que son presa constante de las pasiones propias de nuestra estirpe. La mayoría trata de hacer lo mejor en beneficio de la institución y algunos en el suyo propio, como en todas partes. Lo contrario sería soporífero e inhumano. Mi Iglesia -lo admito- está llena de pecadores. No estoy solo, gracias a Dios.
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