Divino Niño, interrumpo su eternidad para disculparme porque en mi última columna lo gradué de sagitario, siendo usted un capricornio pura sangre. Hay días que somos tan bruticos, tan bruticos, dicho sea parodiando a Barba Jacob, quien debe andar, perplejo, por esos pagos. Ojalá el Padre celestial, en represalia, no me decrete un semestre más de Purgatorio.
(Aquí entre nos y que no salga de la aldea sideral: sin blasfemar, tiene razón Borges cuando dice que el cielo es demasiado premio, y el infierno demasiado castigo. ¿No nos podrían hacer una rebajita?)
A manera de indemnización por mi lapsus zodiacal, le cuento que según estadística que leí en una vieja revista Diners , usted, Niño Dios, desbancó al Corazón de Jesús en el afecto de los locolombianos . Bueno, todo queda en familia. No le quito más segundos.
Señores de Telmex, no me aguanto más. Tiro la toalla. No hay derecho a que cambien unos canales por otros sin contar con los paganinis suscriptores. Alegan leguleyamente que los autoriza la Comisión Nacional de Televisión. Pues atropellan ustedes con la complicidad de la CNTV , a la cual no puedo renunciar. Renuncio a ustedes. Ya tengo otro jíbaro o proveedor de horrores, perdón, de imágenes de la aldea global dándose contra las paredes.
Una empresa capilar me ofrece año nuevo con pelo nuevo. Respuesta:
Cierto, mi pelo se ha ido retirando a sus habitaciones de invierno. Pero hemos hecho un pacto de no agresión: él se cae, yo reduzco mis visitas al espejo.
De joven, mechudo, jugaba billar, en tiempo hurtado a las clases de física, química y trigonometría. Con el sol a la espalda, aspiro a tener la cabeza como una bola de billar.
Mi vanidad no me exige lucir pelos en la cabeza. Tampoco en la lengua. Como soy un hombre de principios (¿¡), tomé la decisión de no reponer el cabello desde cuando eché el último piropo. La bella y curvilínea destinataria me electrocutó con su mirada, me encimó un desdén y me regaló esta frase-lápida: "¡Viejo verde!".
Señores Codensa-Mapfre. Renuncio a morirme en cómodas cuotas mensuales que me descontaban con la factura de la luz. Gracias a esas cuotas, una vez convertido en olvido, ustedes se encargarían de todo. Incluidos la cremación y los gladiolos.
Un buen día dejaron de cobrarnos esa cuota a quienes roncamos en Bogotá. Parece que los asustó una nueva Ley que apenas trascendió. Me quejé hasta ante el inspector de zócalos de Codensa-Mapfre. Después de ir de Herodes a Pilato dieron peregrinaciones y babosas explicaciones. Mucho mamagallismo.
Lo curioso es que me siguen descontando otra cuota por "seguro hogar" que, al parecer, no les genera problemas. Bonito, ¿no?
Resumo: esta carnita y estos huesitos tienen nuevo paraguas-seguro exequial. Pero vuélvanse serios. Que alguna Superintendencia le ponga el cascabel al gato. Debe haber más de un tumbado.
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