El verbo acosar significa perseguir, sin darle tregua ni reposo, a un animal o a una persona . También lo define el Diccionario como apremiar, importunar a alguien con molestias o requerimientos . Las entidades públicas y sus intermediarios instituidos tienen licencia para someternos a los ciudadanos a un acoso implacable. El solo episodio todavía confuso de la caprichosa refrendación de la patente para conducir automóvil es demostrativo de esa persecución infinita a la que vivimos condenados los individuos en todos los regímenes, despóticos o democráticos.
Las numerosas leyes que se han expedido para suprimir trámites han sido subrogadas de hecho por atosigadores requisitos y procedimientos, como si a cada intento de facilitarle la vida al ciudadano siguiera una venganza de burócratas ineficientes que no pueden vivir sin complicar hasta los asuntos simples y elementales. El hostigamiento se incrementa. Es intimidatorio, afecta libertades y derechos, castiga sobre todo a quien escoge la legalidad y rehúsa conseguir sus fines por el atajo. El contribuyente cumplidor y respetuoso de las normas queda en desventaja ante el avivato que mejor tira el aventón porque sabe que si llegan a sancionarlo no faltarán la estratagema, el esguince, la burla a una autoridad miedosa ante los fuertes y fuerte ante los débiles.
La semana pasada muchas personas corrieron a refrendar las licencias de conducción porque se anunció que tal requisito era obligatorio y urgente. Incluso llegó a decirse que ya estaban expidiéndose comparendos a los presuntos infractores. El sábado, aquí en el periódico se publicó una información aclaratoria. Que no había que apresurarse para revalidar los pases. Sentí gran alivio. Sin embargo, todavía no hay precisión sobre el plazo abierto para el cambio de patentes. Parece que el término vencería en 48 meses, es decir cuatro años. Pero a las oficinas de tránsito les corresponde aclarar con toda la explicitud en qué va el asunto, a qué puede atenerse el ciudadano, cómo van a ser los nuevos documentos y qué validez tendrán los que estén diligenciándose. La información oportuna y suficiente es garantía de transparencia en una democracia.
Una enfermedad crónica de la administración pública en todas las latitudes consiste en molestarnos a los ciudadanos, ponernos en observación a ver cómo salen los experimentos en los laboratorios inciertos de pedagogía cívica y gubernativa, hostigarnos con señales, sospechas, prohibiciones, impuestos, multas, restricciones de la movilidad, cierres de calles, revalidaciones y certificados. Y en torno a la cadena interminable de condiciones que se nos imponen a los individuos para sobrevivir en sociedad medran y median con todas las de la ley incontables pymes tramitadoras. Ni Colombia ni Medellín se libran de esa perversión del ejercicio del mando. Un ex presidente preguntaba para qué el poder. Para acosar. Para poder, con jota.
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