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Cuando los árboles no dejan ver el bosque

  • Diego Palacio B. | Diego Palacio B.
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16 de noviembre de 2011
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Dice la ley de Murphy que todo lo que va mal, es susceptible de empeorar. Aunque yo prefiero incluirme entre el grupo de idealistas impenitentes que piensan que pueden mejorar.

De hecho, las cifras confirman mi teoría, muy a pesar de los cuestionamientos que en los últimos tiempos rondan el sistema de salud colombiano.

Un sistema que efectivamente requiere de muchas correcciones, pero cuyos aportes son más importantes y decisivos de los que algunos se resisten a aceptar.

Si nos atenemos a las cifras, el aumento en cobertura no solo ha sido gigantesco, sino que se saldó una deuda que el país tenía pendiente con las clases menos favorecidas.

Recordemos que el aseguramiento en estrato 1 en el año 1993 solo alcanzaba el 9%, aumentando al 95% del mismo estrato para el año 2010.

En el sector rural, el aumento pasó también del 7 al 94%.

La desnutrición severa en menores de 5 años era en 1990 de 5,2 niños por cada 100, disminuyendo a 1,6 para 2010.

En 1990, la mortalidad infantil por quinquenio era de 27 por cada 1.000 niños nacidos vivos. Esa cifra bajó en 2010 a 16 niños.

En cuanto a los partos atendidos por enfermeras o médicos, en el año 1990 el número era de 82 de cada 100 partos, mientras que en el 2010 son 97 de cada 100.

La mortalidad materna bajó a la mitad, y la inversión en programas de vacunación aumentó de 24.000 millones de pesos en el año 1993 a 158.000 millones en el 2010.

A pesar de que todos estos cambios se dan cuando el país tiene una transición demográfica que modifica la estructura misma de la sociedad, las cifras definitivamente aguantan el debate de muchos detractores, sin negar ni desconocer que hay correcciones urgentes que requiere el sistema y que en su momento señalamos.

Me refiero, por ejemplo, a ponerles un tope a los precios de los medicamentos, ya que la fórmula implementada en su momento no funcionó.

Lo ideal sería que la comisión de precios regrese al Ministerio de Salud y diseñar un mecanismo para controlar los precios de dichos medicamentos, sobre todo el de los medicamentos que no están contenidos en el Plan Obligatorio de Salud (No POS).

Hay que definir claramente lo que está y no está cubierto por el POS (Plan Obligatorio de Salud) y asegurar una autorregulación efectiva por parte de los médicos, muy especialmente por parte de las sociedades científicas.

En ese caso, las guías y los protocolos jugarán un papel fundamental.

En definitiva, correcciones urgentes que desde la frustrada emergencia social intentamos llevar a cabo y que lamentablemente se quedaron en el tintero.

Es importante resaltar la decisión del Gobierno en el sentido de que la vigilancia de las EPS, en el campo financiero, la realice la Superintendencia Financiera, pues al fin y al cabo lo que estas entidades son y como tal se deben comportar son como verdaderas aseguradoras.

Ojalá que los inconvenientes que se están denunciando no impidan ver el panorama general.

No en vano el Banco Mundial calificó el sistema de salud colombiano como uno de los más equitativos del mundo y de más rápido crecimiento en cobertura.

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