En 1979, el sanguinario dictador de Uganda, Idi Amín, se vio obligado a abandonar su país en un avión enviado por el presidente de Libia, Muamar Gadafi. Esto lo salvó de ser linchado por las tropas del Ejército de Tanzania, que habían invadido a Uganda para ayudar a los insurgentes a derrocarlo. Amín recibió hospedaje del gobierno libio en una hacienda de Trípoli. Poco después, cansado de sus locuras, Gadafi lo mandó a Arabia Saudita, donde llevó una vida de turista millonario y estrambótico durante varios años. Mientras tanto, en Kampala, la capital de Uganda, los rebeldes encontraban docenas de cabezas de los adversarios de Amín almacenadas en los frigoríficos de la residencia presidencial. Poco después, en una colina situada junto a una de sus antiguas residencias de recreo, soldados del nuevo gobierno hallaban un campo de exterminio lleno de prisioneros escuálidos que habían sobrevivido comiéndose los cadáveres de sus compañeros de prisión ya descompuestos.
Cada cierto tiempo, los tiranos vuelven a ser famosos. Algunos por sus crímenes y sus excesos, otros por sus comportamientos estrafalarios. Otros porque son derrocados. En la historia de la humanidad, la lista es larga: Nerón, Calígula, Herodes, Atila, Hernán Cortés, Iván El Terrible.
En los tiempos modernos la lista de tiranos también es larga: Hitler, Mussolini, Stalin, Pol Pot, Bokassa, Duvalier, Mengistu, Milosevic, Hussein. Algunos de ellos lograron suicidarse antes de ser juzgados o ejecutados, como Hitler. Otros, como su aliado Mussolini, el caudillo fascista italiano, han muerto ahorcados y colgados cabeza abajo en plazas públicas. Saddam Hussein fue colgado en la horca luego de que Irak, su país, fuera invadido por las tropas de Estados Unidos durante la Guerra del Golfo Pérsico. Hussein fue acusado de crímenes contra la humanidad por la muerte y tortura de 148 iraquíes chiítas en la región de Duyail. Antes, Estados Unidos había apoyado a Hussein con millones de dólares de ayuda militar y armamento cuando su gobierno entró en guerra contra Irán.
En la Europa civilizada del siglo XX, la Segunda Guerra Mundial la desataron dos tiranos: Hitler y Mussolini. Y decidió su final Stalin, otro tirano. En el ensayo general de esa guerra, en España, se engendró otra tiranía que duró varias décadas luego de una larga y cruenta guerra civil: la del general Francisco Franco.
Latinoamérica también tiene una larga lista de tiranos que gobernaron por la fuerza a sus pueblos: Porfirio Díaz en México; Anastasio Somoza en Nicaragua; Augusto Pinochet en Chile; Gustavo Rojas Pinilla en Colombia; Marcos Pérez Jiménez en Venezuela; Hugo Banzer en Bolivia; Augusto Videla en Argentina; Alfredo Stroessner en Paraguay; Fulgencio Batista en Cuba; Leonidas Trujillo en República Dominicana; Papá Duvalier en Haití. Sus poderes se mantuvieron a costa de miles de muertos.
Pienso en los tiranos, sobrecogido por las sangrientas imágenes de la ejecución pública de Muamar Gadafi transmitidas por los canales de televisión del mundo. Gadafi gobernó a Libia con mano de hierro durante más de 40 años y se convirtió en un líder discutido no solo de su país, sino de los estados árabes productores de petróleo. Fue acusado de promover el terrorismo a escala mundial y de cometer crímenes contra su pueblo. Sin embargo, en los dos últimos años, recibió ocho veces la visita del primer ministro de Italia, Silvio Berlusconi. Hasta que la OTAN empezó a bombardear Libia, el gobierno de Gadafi era el quinto inversionista en la Bolsa de Milán y el proveedor de casi el 90 % del petróleo crudo de la Unión Europea. En Inglaterra tenía grandes inversiones en la prensa, en la educación, en el mercado inmobiliario y hasta en el fútbol. En 2007, España firmó acuerdos con él para vender armas a Libia por valor de 1.500 millones de euros y planeaba cerrar contratos por 12.300 millones más. Libia es el país africano con mayores reservas de petróleo; su crudo se encuentra entre los de mayor calidad del mundo, y también tiene grandes yacimientos de gas. Después de ser cortejado por los grandes petroleros y banqueros de Europa, Gadafi, el líder de la revolución libia, inició el año 2011 encabezando las listas de apestados internacionales. Así es la vida de los tiranos, pienso. Llegan al poder en medio de vítores y hasta parece que el que los apoya es el pueblo. Gobiernan con mano de hierro sostenidos en la sombra por las grandes compañías que explotan los recursos naturales de su país. Y luego son derrocados y hasta ejecutados o asesinados cuando se vuelven inútiles.
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