Un 9 % de las 2.545 especies de mamíferos analizadas en un reciente estudio publicado en la revista «Science» son monógamas. Visto así, con la frialdad científica que arrojan los datos, la fidelidad hacia una misma pareja durante más de un periodo reproductivo resulta una anomalía. O bien ese 9 % de mamíferos se empeña en luchar contra las ruedas de molino de la poligamia, vaya usted a saber por qué o es que hay bichos más raros que un perro verde.
Entre los animales «fieles» de toda clase figuran, entre otros, las nutrias, los caballitos de mar, los pingüinos y hasta los lobos y chacales, a los que uno presuponía un punto bastante más canalla, por aquello de la leyenda negra que arrastran.
No queda claro si los humanos quedamos en el bando de los sobrevalorados y presuntamente monógamos delfines (aunque entre ellos hay quienes practican el sexo en grupo) o en el de los ratones marsupiales. Estos diminutos obsesos sólo viven por y para el fornicio en época de celo, con cópulas de hasta dos horas. Ni comen, ni beben, ni duermen hasta satisfacer sus más bajos instintos y dejarse la vida en ello.
Según apuntan los autores del estudio de «Science», los resultados no son extrapolables a la evolución de la monogamia en los hombres. «Se puede debatir si los humanos deberían ser clasificados como monógamos. Debido a que todos los simios africanos son polígamos y viven en grupos, es probable que el ancestro común de los homínidos también fuera polígamo», afirma uno de los coautores. «Una posibilidad es que el cambio hacia la monogamia en los humanos fuera el resultado de los cambios en la dieta, que redujeron la densidad de hembras. Otra posibilidad es que el lento desarrollo de los individuos jóvenes hiciera necesario extender los cuidados parentales de ambos progenitores», añade.
En cualquier caso, lo que queda más claro que el agua es que en las especies que tienen más facilidades para conseguir alimento (como los herbívoros) la monogamia es una rareza. Ya lo sabíamos: a menor dependencia de la pareja en todos los sentidos, menores son también los riesgos derivados de una ruptura.
En otras palabras, el reino animal es un despelote en el que sólo ponen algo de orden conceptos tangibles como la fidelidad o algo más etéreo, como el amor.
Leo que la sexóloga brasileña Flavia Dos Santos defiende en su libro «Poliamor» que la infidelidad sexual es motivada por un impulso natural y que el malentendido está en asumir la fidelidad como exclusividad sexual. «La infidelidad, mirada como una interrupción de la exclusividad sexual, no necesariamente implica un rompimiento de los vínculos más fuertes entre una pareja: el amor y la lealtad», argumenta la sexóloga.
Puede que Flavia tenga sus razones, pues de 849 sociedades estudiadas, 708 permiten la poligamia (83,5%), 137 sociedades (16%) son monógamas y 4 son poliándricas (una sola mujer tiene varios maridos). Sin embargo, aunque el número de sociedades monógamas es menor, es cierto también que estas sociedades son las más numerosas en cuanto a población en el mundo.
Como me veo incapaz de tomar partido, me limitaré a aconsejarles que ejerzan su derecho al libre albedrío y aquí paz y después gloria. Exactamente igual que hace el presidente Santos. Quien fuera el hombre duro de Uribe al frente del Ministerio de Defensa, aliado de la CIA en sus planes para aniquilar líderes guerrilleros, defiende hoy que no pretende «someter ni doblegar» a los terroristas y que quiere una «paz digna», lo que deja entrever un sinfín de concesiones a los guerrilleros. Poligamia ideológica de manual que deja a Uribe despechado y corneado.
Ya se sabe que la política hace extraños compañeros de cama y que, en este aspecto, Santos no es precisamente monógamo. Como el 91 % del reino animal, también es cierto.
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