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Darwin es quien dicta el menú de los animales del zoológico

Los 1.100 habitantes animales del Zoológico tienen un nutricionista atento a sus necesidades. Dos cocineros y decenas de camareros les llevan la comida a sus sitios de cautiverio.

  • Darwin es quien dicta el menú de los animales del zoológico | Sarita, mona aulladora que se recupera del maltrato de su tiempo de mascota, como los demás animales del parque, recibe la dosis de alimento necesaria cada día. FOTO Donaldo Zuluaga.
    Darwin es quien dicta el menú de los animales del zoológico | Sarita, mona aulladora que se recupera del maltrato de su tiempo de mascota, como los demás animales del parque, recibe la dosis de alimento necesaria cada día. FOTO Donaldo Zuluaga.
03 de julio de 2014
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Darwin dejó dicho que a los leones les suministren de a siete kilos de carne cada mañana, pero que los viernes no les den alimento; que a los flamencos, que en su hábitat comen camarones, les den una dieta basada en remolacha y zanahoria, que les brinda esa pigmentación rosa característica, ah, y que las mariposas siempre dispongan de frutas acuosas, como sandías y papayas... y que no les falte el néctar.

Todo eso lo ha dicho Darwin, el naturalista... del Zoológico Santa Fe. Darwin Ruiz, encargado de la nutrición de los 1.100 habitantes del parque.

Dos cocineros, Iván Darío Montoya y Alvaro Espinosa, preparan las comidas para todos los huéspedes. El libro de minutas descansa en un atril de madera, en un rincón del poyo de la cocina.

A los osos hormigueros, como no se dispone de la cantidad de hormigas que ellos hallan en el monte, les preparan un licuado de arroz, alimento canino, carne, bananos y huevos.

Darwin se encarga de las porciones. Para los animales grandes, cuenta los ingredientes por kilogramos; para las mariposas, por miligramos.

Un hombre pasa por los rastrojos de los sitios vedados al público, como los aledaños a la clínica, cazando mosquitos con una jama. Es Julio César, quien da de comer a las ranas. Bajo un sol que parecen dos, va moviendo el artefacto a izquierda y derecha, por delante suyo, muy a ras de piso. Parece salido de un cuento que narra la historia de un cazador de insectos. Después de capturados, no se le escapan. El secreto está, revela, en no dejar quieta la red ni un segundo, porque "gracias a la gravedad, los insectos se mantienen en el fondo", hasta que el emperador de los mosquitos abre un frasco de plástico que lleva consigo e introduce la red al revés para ir almacenando los alados bocadillos.

En el zoológico, junto a ranas de lenguas largas y viscosas, pero inofensivas, está la dardo venenosa, a la que todos llaman por su nombre científico: Phyllobates terribilis. En verano, cuenta el cazador, hay más alimento por ahí volando y los anfibios pueden comer más. Uno de los planes es construir un bioterio para criar los insectos.

Bioterio
«Bioterio». Esta palabra está escrita en un letrero, junto a una entrada cercana a la cocina. Claro, como todos comen, hay que pensar en los animales que no tienen un paladar gourmet —bueno, gourmet en términos relativos y humanos—. En las aves rapaces, las serpientes y los ocelotes. Las condenadas criaturas devoran, ay, ratas, ratones, cucarachas y tenebrios —los tenebrios son comúnmente llamados gusanos de harina—. Manjares que crían en un espacio aparte, cuyo olor a tenebrio es profundo y amargo.

Darwin revisa los registros de quienes suministran la comida. Apuntes que avisan los comportamientos de los comensales. El tigre amaneció con diarrea, puede ser una de las notas. El naturalista sugiere algún cambio y sigue pendiente de la evolución del paciente.

Darwin mantiene entre animales. Desde niño lo ha estado. El día en que no tiene alguno al pie es extraño. Cada noche, cuando duerme, sueña con ellos. El venado vuelve a lamerle la cara al darle higos con sus manos; la guacamaya se alborota con sus huevos; Orión y Pepa, los hipopótamos, no quieren repetir su desayuno de hierba...

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