"A mi hijo Javier, con el deseo de que no crea a quienes consideran que la política es una actividad indigna, ni contribuya a darles la razón". Esa es la dedicatoria que usó el catedrático de filosofía política y social, Daniel Innerarity, en su libro La transformación política.
La mayoría de los colombianos son apáticos frente a la política. Si la existencia del sistema político en nuestro país dependiera de un ciudadano activo, la democracia en Colombia habría desaparecido. Ese desgano es síntoma de nuestras propias enfermedades políticas y desesperanzas democráticas. La parapolítica, la corrupción y el narcotráfico, sustentan esa política desacreditada y pantanosa.
Sorprende la dedicatoria de Innerarity, uno de los grandes filósofos políticos de los tiempos modernos. Señala que el malestar por la política es bastante viejo, pero sus causas han cambiado a lo largo del tiempo. Lo cierto es que ha perdurado esa capacidad del político para prometer y la misma convicción para explicar por qué no cumplió.
Así, el cansancio político no surge de un desinterés por el bien público, sino de la desesperanza por la política tradicional. Muchos quieren creer que el sistema político puede cambiarse. Sin embargo, casi todos los diccionarios políticos y sociales han envejecido, aunque sus conceptos sigan utilizándose. Cubrimos con las mismas fachadas verbales realidades que han cambiado radicalmente. Buena parte del discurso político actual contiene un lenguaje ruinoso e inapropiado.
De estas carencias en el ejercicio de la política se benefician, sin lugar a dudas, los gobiernos populistas. Así lo demuestran, con elocuencia, las insólitas victorias de tiranías en ejercicio; por ejemplo, en Venezuela con Chávez, o la de Corea del Norte, cuya dificultad no radica tan sólo en la presión política y punitiva, que se impone a los habitantes en las elecciones, sino también en un clima de intimidación.
De hecho, estos "éxitos" políticos coinciden con una mala situación económica y social. Hitler aprovechó el sometimiento económico de Alemania tras la I Guerra Mundial; indignó a su pueblo y lo convocó en torno a él. Luego, ya en el poder, cometió atrocidades que enlutan la historia de la humanidad.
"Una comunidad política está bien cuando hay, por ejemplo, orden, paz, libertad e igualdad", dijo Innerarity. La política, entonces, juega un papel trascendental cuando se define como el arte de hacer lo mejor posible bajo las condiciones dadas.
Y por eso, la política llevada a la más digna profesión debe servir, nada más y nada menos, para conciliar intereses naturalmente divergentes. Debe considerarse no sólo como un ámbito de gestión, sino también de innovación. La creatividad tiene mucho que ver con el hallazgo de un lenguaje apropiado para hacerse cargo de lo nuevo. Lo innovador es la capacidad de descubrir problemas, nombrarlos y hacerles frente.
A un político se le puede perdonar casi todo menos el valor para enfrentar las realidades y el temor excesivo a hacer el ridículo. La actividad política fracasa no porque haya ideales, sino porque hay demasiados. Pero hay ideales necesarios: la moral, la responsabilidad y la innovación, han llevado al triunfo a grandes políticos.
En Colombia, con una pirámide de corrupción como la que vemos diariamente en la agenda informativa, la moral debería ser una bandera política inamovible. Debería ser también el principal paliativo para ese desgano político que invade a los colombianos.
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