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DEUS EX MACHINA

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10 de septiembre de 2013
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Reconocer a un colombiano en una terminal de transporte no es una tarea difícil. Aunque resultaría exagerado afirmar que viajamos de un modo distinto al del resto de los mortales, pocos cuadros hay tan característicos como el de un grupo de compatriotas en un vuelo procedente de Nueva York.

A veces pienso que las pruebas de resistencia de los compartimientos superiores de los aviones las realizan con el "equipaje de mano" de los excursionistas colombianos. Algún extraño fenómeno de apreciación espacial nos lleva a considerar que en un estante con capacidad para objetos de 56 x 36 x 23 cm caben cajas con ollas a presión, incontables botellas de licor y paquetes de arepas.

Quizá porque nuestra cultura tiende al sedentarismo, y poco conservamos la tradición europea de los grandes viajeros y la curiosidad de las tribus nómadas, nos cuesta comprender el sentido del viaje. Como los caracoles, nos desplazamos con la casa a cuestas.

Para completar la situación, nos domina el consumismo. Insatisfechos con mirar y disfrutar de lo visto, tenemos que fotografiar, grabar, comprar; y, por supuesto, exhibir (otro hábito ancestral): la ‘reliquia’ justifica la peregrinación.

¿Por qué todo lo bello ha de ser poseído?

Recién regreso de un cubrimiento periodístico en el desierto de Atacama. Durante el viaje, sufrí "un percance mayor": se arruinó la única tarjeta de mi cámara fotográfica. La tristeza por mi descuido al olvidar el repuesto, sumada a la impotencia de contar con un aparato digital maravilloso y absolutamente inútil -estaba lejos de la ciudad, sin servicio técnico-, activó un proceso interno en mí: la memoria.

Me dediqué a registrar mis impresiones, en una buseta estacionada en medio de la huelga de trabajadores peruanos que tenía bloqueada la carretera Panamericana. Regresé a las épocas de Isabelle Eberhardt o, más próxima en el tiempo, de Isabel Carrasquilla, la hermana de Tomás…

En el antiguo teatro griego y romano, se solía incorporar al drama una deidad para resolver los conflictos: Deus ex machina era una deidad salvadora que aparecía en escena desde una grúa.

Cuando Samsung, Apple y Sony fallan, Deus ex machina. Lo divino que hay en lo humano entra en acción: no nos queda otra alternativa que mirar, oler, probar, tocar. El viejo truco de recordar.

Para el hombre contemporáneo la ausencia de "dispositivos" es desesperante. Desconoce -¿teme?- la sensación de libertad y desprendimiento que produce el no tenerlos.

Las dunas del desierto están en mi cuaderno-herbario -que sólo depende del lápiz y mi memoria-, lleno de anotaciones, dibujos y hojas de árboles, cuyos nombres y características consigno con juicio. Del viaje me quedan las imágenes en mi mente, una libreta de notas y, cómo no, mucha arena en las botas.

As bajo la manga: ¿Quién nos responde a los usuarios por las horas de trabajo perdido como consecuencia del pésimo servicio Tripleplay UNE?.

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