Hace mal el presidente Juan Manuel Santos en salirle al paso al discurso que las Farc plantearon ayer en Oslo.
Si la guerrilla se salió de la agenda acordada el 26 de agosto en La Habana, y si aspiran a puntos innegociables,
eso se debe de discutir dentro de la mesa de negociación que, como se sabé, será a puerta cerrada, sin micrófonos y sin cámaras.
"Cuando estos señores de las Farc dicen que esta Ley (de Restitución de Tierras) es mentira es porque les estamos quitando las banderas, es porque ellos saben perfectamente que eso es algo que les quita una de sus banderas de propaganda", dijo el presidente Santos, con la intención expresa de interpelar a las Farc y a quienes dicen que este proceso de paz ya se le salió de las manos al Gobierno.
"Si apenas empezó la negociación, el presidente no se puede poner a responder cada afirmación ultraizquierdista de las Farc", indica Jaime Jaramillo Panesso, analista del conflicto armado.
Ese fue uno de los mayores errores que se cometieron en El Caguán, y también en los diálogos de Tlaxcala (1992) y en Uribe (1984).
Lo que se negociaba en la mesa se replicaba en los micrófonos y se terminaba por discutir el futuro del país en los medios de comunicación o en las plazas públicas.
"El presidente Santos no puede morder el anzuelo de una guerrilla que vive en una esquizofrenia y que cree que llegaron a la mesa como triunfadoras", reiteró Panesso.
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