Convertido en Botero de brocha frágil, el curita que convierte en lienzo la frente del cristiano el miércoles de ceniza puede decir ya: "Polvo eres y en diamante te has de convertir".
La verdad es que las cenizas del ser amado pueden lucirse en forma de anillo, collar, arete de diamante, lo que desee. El cliente siempre tiene la razón de la sinrazón que da la plata.
También es posible darles a esas joyas artificiales el color preferido del muerto. O del heredero que llevará la alhaja como forma de perpetuar una memoria querida.
En esta era de Internet se han introducido variantes a la sofisticada industria sin chimeneas de la parca o pelona, que nos nivela por lo alto a los mortales.
El primer mundo picó en punta. Emprendedores de países como la cuadriculada Suiza, Rusia, Ucrania, Estados Unidos y la tatarabuela patria, España, están a la vanguardia del negocio.
En estas naciones pululan laboratorios que permiten convertir al ser humano, o mejor, sus cenizas, en diamantes.
En Colombia todo nos llega tarde menos la muerte que viene en múltiples empaques. La que cojea pero no llega es la novísima opción de convertir en piedras preciosas los 2,5 a 3 kilogramos de cenizas en que quedamos una vez nos pasan por ese purgatorio artificial llamado horno crematorio.
Según cálculos conservadores, cada "interfecto cadáver" genera en promedio cinco diamantes.
Pero ¿cómo convertir bípedos en diamantes? Elemental, queridos Watson. "Primero convierten a presión el carbono en grafito. Luego son expuestos a 1.700º C", contó Rinaldo Willy, responsable de un laboratorio suizo dedicado a estos menesteres. El que quiera ponerle papel carbón a ese negocio, está pulpito en locombia.
Lo demás es carpintería. En sus talleres, los artesanos pulirán el diamante con exquisita coquetería y le darán la forma deseada por los sucesores de las personas que tuvieron "la sana costumbre de morir", como diría el memorioso de Buenos Aires.
A los interesados en eternizar su entorno, se les informa que el precio "per" diamante oscila entre los 2.800 y los 10.600 euros según el peso de la piedra de 0,25 a 1 quilate.
De paso se ahorran el costoso entierro porque las cenizas van directo del horno al laboratorio.
Así que cuando veamos pasar por la calle a un prójimo, con base en su estatura, peso y el "tumbao" que tenga al caminar, podremos calcular: ahí va un candidato a convertirse en tantos anillos o collares de diamante.
También es lícito hacerse la reflexión de que esa suculenta dama que nos desprecia desde sus espléndidos y arbitrarios 90-60-90, se puede convertir en piedra preciosa.
Podríamos repetirle a esa bella lo que piensa el miércoles de ceniza el curita de la décima del "Caratejo Vélez" , cuando les dibuja la cruz a las feligresas que le cuestionan su castidad: "Eres polvo, pero ¡ah bueno!".
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