En una semana, la primera dama de la Nación, Lina Moreno de Uribe, volverá al encanto de las cosas simples.
Volverá a ser la esposa de Álvaro, la mamá de Tomás y Jerónimo, la suegra de Isabel Sofía, la ama de Mao, su mascota pug; y, seguro, estará de nuevo en las calles, cumpliendo con esas actividades cotidianas que si bien no abandonó de forma definitiva en ocho años, sí las extraña desde su mirada que sabe descubrir el encanto de la sencillez y la rutina.
Oírla, leerla o saberla en algún evento público siempre fue motivo de paz, de alegría y garantía de conversación inteligente, alejada de lugares comunes o respuestas políticamente correctas.
Su formación en filosofía y su inquietud por los temas de la política, del Gobierno de Uribe, como llama con afecto al presidente-esposo, se hacían evidentes en las opiniones que expresaba; pero también la sabiduría popular y el cariño de las miles de personas que conoció en sus viajes por el país.
Muchas voces y miradas están en su corazón y ella no se cansa de repetirlo.
Por eso, aunque sabemos que no es dada a este tipo de homenajes, hoy le decimos gracias Doña Lina.
Gracias por haber sido una dama de primera en estos ocho años, al lado de Uribe.
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