Ha hecho carrera en nuestro medio que cuando una persona se apresta a ocupar una importante posición, bien del nivel ejecutivo, del legislativo o del judicial, es rodeada y prácticamente llevada en hombros por una corte de aduladores, soba-sacos e intrigantes, quienes ya vinculados o no a la estructura oficial, hábilmente logran acceder a esos despachos para disfrutar de las mieles del poder cumpliendo funciones de asesores, consejeros, confidentes, lobistas, censuradores y hasta de porteros que se arrogan el derecho de decidir sobre la admisión o no de ciudadanos interesados en tener entrevista con el personaje.
Pero cuando ya se termina el período o se debe dejar el alto cargo, el ex funcionario debe asumir que ya pasó a un segundo plano, que los “fieles amigos y consejeros, los obsecuentes subalternos y admiradores” están muy ocupados haciendo las venias al sucesor; quienes lo aplaudían incondicionalmente, desaparecen como por arte de magia, ya no conocen ni reconocen ni mucho menos quieren asumir las responsabilidades directas o indirectas que les atañe. Y los organismos de control que durante el mandato de turno permanecieron impávidos ante las denuncias y que mantenían los procesos engavetados, se convierten en sus principales inquisidores y portadores de la verdad. Algunos medios de comunicación no se quedan atrás, pues cambian de camiseta de un día para otro, de aduladores a críticos sin compasión, olvidando lo mucho que usufructuaron los favores representados en pautas publicitarias, en posiciones burocráticas para sí y para sus familiares y en participar en uno que otro viajecito del turismo oficial.
En el pasado gobierno, esa corte de melifluos hizo presencia efectiva durante los ocho años de mandato presidencial, muy seguramente entronizados por el propio mandatario que, según dicen, sabía y controlaba todo movimiento en la Casa de Nariño; lo cierto es que se lograron infiltrar y posicionar para ejercer toda clase de intrigas y prestar favores a otros áulicos de ellos o para cumplir con compromisos de campaña o que les sirvieran para futuras aspiraciones.
Ahora, y a medida que van pasando los días, van apareciendo más cuestionamientos y denuncias sobre las actuaciones y omisiones de ese gobierno, y cobran mayor resonancia y celeridad escándalos como el de las chuzadas desde el DAS, el de los falsos positivos y de Agro Ingreso Seguro, que ya tienen connotación internacional; y se ventilan otros problemas de corrupción en el Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (INCODER), en la Superintendencia de Notariado y Registro, en el Fondo para la Defensa de las Libertades Personales (FONDELIBERTAD), en la Dirección Nacional de Estupefacientes, en el Instituto Nacional de Vías (INVÍAS), en el de Concesiones, etc. que pueden poner en jaque y en total desprestigio lo que fue el largo mandato del presidente Uribe.
En tan difíciles circunstancias, se percibe la angustia y soledad del expresidente batiéndose en todos los escenarios, tratando de defender su obra de gobierno, con razones y sinrazones pero dando la pelea aún por funcionarios implicados en asuntos espinosos que podrían complicarle la vida y opacar su intensa gestión; y aunque se basta para hacerlo, es repudiable que directos responsables, como los anteriores ministros, directores, gerentes, superintendentes, áulicos, beneficiados, etc., guarden silencio y pongan distancia para pasar desapercibidos, en actitud desleal y sospechosa.
Los servidores cuestionados y sus beneficiados deberían estar atentos y actuando con entereza, dando la cara, como cuando se pavoneaban por los pasillos del poder como todos unos privilegiados; si tuvieran un poquito de vergüenza, lealtad y dignidad deberían ofrecer a los organismos de control y jurisdiccionales, y muy especialmente al pueblo colombiano, todas las explicaciones y claridades sobre sus malogradas y cuestionadas actuaciones. Desafortunadamente no lo están haciendo ni en la oportunidad requerida ni en su debida dimensión; se encuentran muy ocupados por estos días, según los medios de comunicación, deambulando por algunos países, cancillerías y embajadas, buscando asilos políticos, en otras palabras, escondite, para evadir la justicia colombiana, que aunque cojea, la traten de desprestigiar y de perseguir, poco a poco va llegando a la verdad de lo ocurrido y a imponer las responsabilidades que cada caso amerita de conformidad con la Constitución y la Ley.