Durante meses, la geografía de la Primavera Árabe parecía ignorar el conflicto palestino. Mientras el centro de El Cairo y Túnez hervían, y estallaba la violencia en Libia y Siria, el punto más caliente del planeta durante las últimas décadas parecía frío como un témpano de hielo.
Sin embargo, era pura apariencia. Las tensiones larvadas en los territorios palestinos tarde o temprano debían explotar como lo hicieron hace cinco días. Hasta ayer, la cifra de palestinos muertos ascendía a 66, con un ataque desde Israel con misil que cobró la vida de 11 civiles en la Franja de Gaza.
Aunque la erupción de Gaza no está relacionada con la ola de cambio en el Mundo Árabe, ésta sí ha alterado las constantes del contencioso más intrincado, así como todo el tablero geostratégico de la región.
Egipto, por ejemplo, recuperó el papel de pieza central en el conflicto palestino que había perdido durante la era Mubarak. El sábado pasaron por El Cairo los líderes de Turquía, Catar y también Jaled Meshal , el líder de Hamás, para abordar formas de atajar la crisis y ayer se desplazó a la capital egipcia un enviado del gobierno de Israel para negociar una tregua con los mediadores egipcios.
El rol que está desempeñando Egipto en esta crisis habría sido impensable hace dos años. A causa del seguidismo de Washington que practicaba Hosni Mubarak , y de su hostilidad hacia Hamas, el gigante árabe había visto como su estatura regional se encogía. Y el espacio libre, lo intentaban ocupar grandes potencias como Irán o Turquía, e incluso Catar, que mantenía canales abiertos con la milicia islamista.
Con Damasco y Teherán demasiado distraídas por sus problemas como para inmiscuirse en Gaza, las reuniones en El Cairo podrían augurar la apertura de un nuevo eje en la región, con países que abrazan un islamismo pragmático y defienden la causa palestina.
Sería una especie de tercera vía entre los dos ejes que dominaron la política regional durante los últimos años: el antiamericano liderado por Irán, y el polo fiel a Washington integrado, por Arabia Saudita y Jordania. De confirmarse la creación de este nuevo grupo, representaría un realineamiento geostratégico de primera magnitud. El islamismo de Hamas es el gran beneficiado de la caída del sistema de autocracias árabe, representado sobre todo por los Hermanos Musulmanes, partido de gobierno en Egipto.
Ahora bien, la renovada y reforzada solidaridad árabe con Hamas podría elevar el costo político para Israel de una incursión terrestre.
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