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El acuerdo de Cartagena

Que Honduras pueda regresar al pleno de la OEA y normalizar sus relaciones diplomáticas es una buena noticia, máxime si ayuda a superar las divisiones internas que generó el derrocamiento del entonces presidente Manuel Zelaya, en junio de 2009. El buen papel que jugaron Santos y Chávez en el acuerdo resultará insuficiente si no son los propios hondureños los que resuelven sus problemas.

23 de mayo de 2011
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El acuerdo logrado el domingo en Cartagena entre el presidente de Honduras, Porfirio Lobo, y el derrocado mandatario Manuel Zelaya, a instancias de Colombia y Venezuela, trae buenas y no tan buenas noticias para las partes, y un indiscutible papel protagónico de Juan Manuel Santos y Hugo Chávez.

Lo bueno es el regreso de Honduras al pleno de la Organización de Estados Americanos (OEA), así este organismo siga siendo débil y poco eficaz a la hora de resolver problemas, y la normalización de sus relaciones diplomáticas con Nicaragua.

El aislamiento internacional perjudicó más a los hondureños de a pie que a los dirigentes políticos, incluido Zelaya, que propiciaron los hechos del 28 de junio de 2009, cuando el entonces presidente fue derrocado y puesto preso por sus propias Fuerzas Militares, después de que éste pretendiera cambiar la Constitución para su propio beneficio.

Mientras los presidentes Juan Manuel Santos y Hugo Chávez celebran el acuerdo y reciben el reconocimiento internacional por su mediación en esta crisis, lo malo es que queda en evidencia el modesto papel que sigue jugando la OEA en su misión de salvaguardar los principios democráticos que deben imperar en el Hemisferio.

Que el organismo no haya logrado en dos años propiciar un acuerdo y sean dos presidentes, hasta hace poco irreconciliables enemigos, los que lo hagan, es muestra de su paquidérmica función.

Para Lobo es un triunfo diplomático, pues le quita protagonismo internacional a Zelaya y convierte el tema de su derrocamiento en un asunto interno, no exento de nuevas crisis y confrontaciones, pues el exmandatario regresará a su país a promover un nuevo partido político, el Frente Nacional de Resistencia Popular, cuya base ideológica respira Socialismo del Siglo XXI. No es casualidad que además de su activo papel, sea el Presidente Chávez quien ahora diga que "vigilará de cerca el acuerdo".

Un acuerdo, por demás, lleno de dificultades y vacíos que sólo les corresponderá solucionar a los propios hondureños. No queda claro, tal como lo advierten distintos sectores políticos y analistas de ese país, qué hará el Presidente Lobo para restituirle todos los derechos civiles a Zelaya, sabiendo que contra él cursan procesos penales que no es posible soslayar, salvo que quiera desconocer la independencia de poderes que rige en Honduras.

El regreso de Zelaya, previsto para este sábado, puede significar, o bien el comienzo de la reconciliación que piden los hondureños, o la polarización partidista que ha marcado el norte del país centroamericano, y que no es posible disipar sólo con acuerdos como el de Cartagena ni con el regreso a la OEA. La fortaleza institucional de Honduras pasa por el cumplimiento de la Constitución y las garantías democráticas, que fueron, precisamente, las que se desconocieron durante los lamentables hechos que llevaron al derrocamiento de Zelaya y a los abusos de los militares.

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