Más que un ajedrecista, como algunos analistas llaman al presidente Santos, es, al decir del inquieto Petro, un jugador de póquer. Posiblemente puede tener características de los dos, al combinar la frialdad de quien mueve con habilidad fichas en el amplio tablero de la burocracia, con la rapidez de quien combina con las cartas la suerte y el temor de su opositor.
Hasta ahora la Unidad Nacional le está funcionando. Y en ella encuentra el prólogo para escribir el texto de su Buen Gobierno, que desde que se identificara con la Tercera Vía de Tony Blair, persiste en consagrar como política de Estado. Los capítulos de su obra los está llenando con la participación burocrática de los diversos grupos que lo acompañaron en su batalla electoral.
Desaparecidas las controversias y emulaciones programáticas de los partidos, ha sido fácil para el Presidente reunir a todas las facciones liberales y conservadoras -con la ventaja de que la oposición entona el canto del cisne con la agonía prematura del Polo- para mantener su Unidad Nacional.
Cada vez se arrima más a la mesa del ágape el liberalismo, quien coquetea desde el Congreso sin haber logrado aún entrar en la milimetría ministerial.
Santos ha logrado mantener a los expresidentes callados. Les ha dado participación en su gobierno a través de algunos de quienes fueron funcionarios del trío Gaviria-Samper-Pastrana.
Resucitó a algunos que prematuramente caminaban rumbo a los archivos o estaban condenados a otros 100 años de soledad burocrática. Los expresidentes se soban la panza. Están contentos con sus cuotas. No tienen motivos de inquietud. Y entre ellos, no han vuelto a pelear como traviesos pelafustanes. Están en su salsa.
A Santos le gustan los acuerdos. No solo entre políticos sino entre las instituciones. Ya se ganó a la Corte Suprema de Justicia. Y tiene una Fiscal de la cuerda de Samper, quien a lomo de elefante hará toda clase de piruetas para acercarse más a Santos, y evitar que solo se arrime a su calor el expresidente Gaviria.
Pero no solo lo seducen los consensos internos sino los externos. Con Chávez, va fumando la pipa de la tolerancia. Le da lo que va pidiendo. Le perdona a su "nuevo mejor amigo" que este le da canastadas de dólares a Ortega, el jayán de Nicaragua que sueña con arrebatarle al país las islas de San Andrés. Claro que los conciliadores saben hasta dónde llegan y cuándo reaccionan: cuando se le llena la taza.
Hasta ahora el país político está tranquilo. En términos generales también el país nacional, que se refleja a través de las encuestas. El 70% de los entrevistados por Invamer Gallup, respalda la gestión de Santos. Su habilidad para enrocar a tiempo en un tablero difícil y el lanzar cartas de valor en su oportunidad, le está dando buenos dividendos.
Los políticos están comiendo en las manos presidenciales. Ojalá sí que cuando se agoten de tanto dar, no se las arranquen a dentelladas para impedirle al patrón, manejar la cosa pública dentro de la urna de cristal con que se ha comprometido con los colombianos, hastiados de tanta corrupción escandalosa.
En el 2010, Santos ganó el año. Esperamos que en este 2011 no se deje poner en jaque por tantas piezas perversas que acechan y menos por tantos tahúres que siempre juegan con cartas marcadas en la mesa de las discusiones políticas.
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