Independientes, artistas y rebeldes porque sí, es la mejor forma de describir a los vespistas.
La filosofía de vida de estos gomosos se basa en disfrutar de los pequeños detalles en cada espacio que recorren. Los amantes de las Vespa se sienten orgullosos de tener a su lado esta máquina clásica que se convierte, con el paso del tiempo, en parte esencial de sus vidas.
Como si fuera una hermana o compañera sentimental, estos personajes crean una relación con sus vehículos tras cada detalle que le incorporan a la máquina.
Desde hace doce años, el Vespa Club Medellín sale a rodar por diferentes ciudades para mostrar la belleza de sus motos y compartir la filosofía de vida.
"Poder viajar sin necesidad de correr, conocer cada detalle del paisaje, cada lugar especial y disfrutarlo con una familia que adora estas motos", es la forma en la que José Ignacio Galeano describe el pensamiento vespista.
Jonny García, vocero del club, cuenta que su moto se convirtió en su mano derecha, pues no solo la utiliza como medio de transporte sino que la consiente como parte de su familia "uno quiere la moto más que a la mujer".
Como si fuera un lienzo, los vespistas plasman en cada parte de su moto, lo que sienten, lo que los define, y la pasión por rodar.
Un amor de vieja data
Miguel Cháves, amante de los vehículos de dos ruedas, fue la primera persona en traer a Colombia las motos de este tipo.
Cháves cuenta que la historia de la Vespa en Colombia empieza en el año 1964, pero fue solo hasta 1993 que este paisa, en compañía de tres italianos fundaron la compañía Ital-Colombia que vendió las Vespa que aún ruedan por la ciudad.
Cháves define su moto como un aparato práctico, noble y duradero, lo que lleva a estos gomosos a hacer de esta pasión un amor que aumenta con los años.
Recorriendo el mundo
Desde hace un año y dos meses, Ilario Lavarra un italiano de 29 años, nacido en Milán, decidió cumplir su sueño y recorrer toda América en Vespa.
La travesía de este hombre comenzó en la ciudad de Nueva York. Su primera parada la hizo en Alaska y desde ese momento comenzó a bajar por toda América hasta llegar a Medellín como destino final.
"De Alaska bajé por toda la costa hasta México, recorrí Centro América hasta llegar a Panamá donde tomé un barco rumbo a Cartagena.
Luego viajé a Venezuela seguido de Brasil, Uruguay y Argentina. De vuelta para llegar a Medellín pasé por Chile, Bolivia, Perú, Ecuador y finalmente pisé de nuevo a Colombia, especialmente a esta ciudad para disfrutar de la Feria de las Flores, pues me dijeron que era una fiesta increíble que no me podía perder", afirma.
Lavarra tiene su moto desde hace diez años y dice que es una filosofía de viaje, su hermana. Cada vez que monta lo hace despacio, de esa forma utiliza los cinco sentidos para disfrutar al máximo lo que lo rodea.
Escuchar, oler y mirar todo con detenimiento hace más intensos los viajes de este italiano "los recorridos se hacen mejor en Vespa", asegura Ilario.
Tanto para él como para el resto de los integrantes de este movimiento, lo mejor de ser vespistas es saber que a cualquier lugar donde viajen van a ser recibidos de la mejor manera por esta familia amante de las motos.
Aunque todos comparten casi los mismos gustos, lo que los une realmente es el amor por la vida y lo que les ella les brinda al rodar en su apreciada Vespa.
Pico y Placa Medellín
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