Durante los últimos 50 años se triplicó la población del mundo y el ingreso per cápita se duplicó. Esto significa que la humanidad se ha enriquecido mucho y que la Tierra, o los recursos naturales, soportan una presión seis veces mayor.
En Estados Unidos se genera el 22% del Producto Mundial. El segundo país es China, con un 8%, y los 27 miembros de la Unión Europea llegan juntos, apenas, a un 28% del total. Esto significa que Estados Unidos -no China, ni India, ni los "emergentes"- sigue siendo el motor económico del mundo.
El consumo de los hogares representa las dos terceras partes del producto de Estados Unidos. Esto significa que el gasto de las familias norteamericanas es lo que mueve al mundo y también significa que, en términos absolutos, ellas han sido las grandes ganadoras del mayor boom de la historia universal.
El enriquecimiento de los hogares norteamericanos se debió principalmente a que aumentaron su productividad. Entre el fin de la Segunda Guerra Mundial y 1973 -el año de la primera crisis del petróleo- el valor del producto por hora trabajada se duplicó: fue la edad dorada de General Motors y el consumo masivo. Entre 1973 y 2005, con altibajos, la productividad aumentó otro 48%, gracias al computador y a la Internet: fue la edad dorada de Bill Gates.
Estados Unidos es pues muy rico porque toma la ciencia en serio y porque allá está la cuna de las tecnologías. Pero esta riqueza está mal repartida: entre 1973 y 2005, el ingreso de los 3 mil mega-ricos se multiplicó por 7, y el de los 30 mil súper-ricos se multiplicó por 5, mientras que el trabajador medio apenas mejoró un 16%.
Aquellos ricos son los dueños y gerentes de las multinacionales, que a su vez explican por qué empeoró tanto la distribución del ingreso: las multinacionales se fueron para China, donde pagan un salario hasta 11 veces menor.
Así que el gran negocio consistía en producir en China para vender en Estados Unidos. Pero había un "pequeño" desajuste: a los consumidores norteamericanos -que son los mismos trabajadores norteamericanos- no les alcanzaba el ingreso para seguir halando la economía mundial.
Parte del hueco lo taparon China y otras economías emergentes: por una parte abarataron (casi en 40%) los bienes de consumo en Occidente, mientras por otra parte invirtieron sus enormes excedentes de dólares en Wall Street y en deuda americana.
Porque la diferencia por supuesto se cubrió con deudas. El déficit comercial pasó de rondar el 2% del PIB en los 90 a casi 7% en el 2007; y el superávit fiscal que dejó Clinton (2.5% del PIB) pasó al déficit de 6% que deja míster Bush. El hogar medio debe 15 meses de salario en gastos de consumo, y el Tío Sam debe un 50% del PIB, o sea un 11% del Producto Mundial.
Hasta que el súper-mega-globo comenzó a desinflarse. Primero fue el pinchazo del petróleo y el de los alimentos, como advirtiendo que la Tierra no da más. Pero esta señal quedó tapada por el estallido más ruidoso de las hipotecas-basura. Fue una especie de pirámide, con la diferencia de que ésta sí tenía un respaldo, que era el precio creciente de la vivienda en Estados Unidos; sólo que se acabaron los compradores, y esto dejó un millón de casas en remate más el sistema financiero mundial contaminado y al borde de la quiebra.
El frenazo del crédito volvió dramática la recesión que ya venía. General Motors, Chrysler y Ford -los creadores y emblemas del sueño americano- acaban de recortar salarios en un 30% y, si el Congreso no les da una millonada, acabarán dejando sin empleo a alrededor de tres millones de norteamericanos.
Para volver al equilibrio económico se necesita pues que los norteamericanos reduzcan drásticamente su nivel de vida. Pero los votantes de Estados Unidos aspiran por supuesto a lo contrario, y ese es el compromiso del Presidente Obama.
Si se tratara de Tailandia o de Argentina, el Fondo Monetario metería en cintura a una economía con "desajustes estructurales" tan severos. Pero el Fondo no se asoma por allá, y este ajuste colosal hará que todos los países toquen fondo.
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