Después del megadesastre acaecido el 12 de enero en Haití, que dejó por lo menos 170.000 víctimas fatales, las autoridades y las misiones humanitarias que apoyaron el rescate inhumaron en fosas comunes a las víctimas fatales, lamentablemente sin el ritual funerario vudú.
Las fosas comunes son de ingrata recordación en la historia de las grandes catástrofes. La sepultura posee una importancia antropológica innegable. El ser humano soporta más fácilmente la muerte cuando tiene la certeza de que el cadáver de su ser querido reposa para siempre en un sitio. Colombia ha experimentado tristeza por la desaparición forzosa de personas y no darles sepultura digna significa para los deudos sufrimiento y trauma psicológico.
El ritual fúnebre
De igual manera, cuando se pierde toda esperanza de vida y no se encuentra el cadáver la familia no puede elaborar su duelo. Enterrar a los muertos es también un acto simbólico a través del cual el ser humano reconoce su humana condición de ser un mortal sometido a riesgos de enfermar y morir.
La ceremonia religiosa y el culto a los difuntos es una manifestación religiosa de la creencia en lo sobrenatural de manera que todo acto que impida la celebración del ritual es de extrema gravedad puesto que se interrumpe la creencia de comunicación con "el más allá".
El hombre acepta más fácil la derrota de la muerte y elabora el duelo cuando sepulta con dignidad a sus seres queridos. En Haití el rito fúnebre tiene características etno-culturales de culto a los muertos de profundo raigambre africano, el vudú. Existe la creencia de que enterrar a los muertos en una fosa común y sin ritual es una profanación, que los zombis o cadáveres vueltos a la vida por razones sobrenaturales puedan perseguir a los vivos. Allí cerca de nueve millones de personas practican el vudú.
Disposición final de cuerpos
La magnitud de la tragedia llevó al desespero, el desconsuelo y la impotencia pero por ninguna razón -recomiendan las ciencias forenses- los cadáveres deben llevarse a fosas comunes. La morgue de Puerto Príncipe colapsó y las imágenes de montañas de cadáveres arrumados allí no pudieron ser más dantescas. Mientras tanto algunos sobrevivientes acosados por el hambre y la sed formaron barricadas para protestar por la demora de la llegada de alimentos con los cadáveres de sus hermanos en la tragedia.
Muchas de las víctimas fatales pudieron ser preservadas con frío o con inyección de sustancias químicas (tanatopraxia) o inmersos en líquidos preservantes y dejarlos para posterior identificación y sepultura digna. Una alternativa para conservar los cadáveres en Haití puede ser el uso de buques de guerra con grandes secciones de refrigeradores y hacer allí la preservación, identificación y morgue de emergencia mientras se supera la primera fase del desastre.
¿Riesgo epidemiológico?
En casos de desastres, la actividad de las autoridades y de las misiones humanitarias se dirige a ayudar a los sobrevivientes y al rescate de víctimas. De otra parte, el mito de que los cadáveres originan epidemias lleva a las autoridades a la rápida inhumación de los cuerpos. Sin embargo, son las epidemias las que generan cadáveres; virus y bacterias mueren cuando los tejidos humanos pierden sus características vitales.
Las putrecinas, cadaverinas, ptomainas, sales amoniacales y gases amoniacales, entre otros, se producen durante la descomposición cadavérica y hay pocas investigaciones científicas que evidencien la toxicidad de estos productos en la salud humana.
Según la Organización Mundial de la Salud, la evidencia disponible indica que la presencia de cadáveres humanos representa un mínimo e, incluso, ningún riesgo para la salud. La evidencia científica derivada de las investigaciones sugiere que se necesita de un conjunto de criterios muy específicos: que los cadáveres sean huéspedes de una enfermedad presente en zonas endémicas; que los microorganismos puedan vivir en el cuerpo del ser humano o al ambiente después de la muerte del huésped, y que se den las condiciones ambientales necesarias (por ejemplo, alteración de la infraestructura de disposición de desechos, superpoblación, etc.).
Derecho de identificación
Todo ser humano tiene entre otros derechos los de ser identificado y también sepultado con dignidad, se perpetúe su nombre y honre en su tumba. Miles de víctimas del terremoto de Haití fueron sepultadas en fosas comunes con lo cual se pierde la oportunidad de identificarlas fehacientemente, ahora o en el futuro y saber con certeza quiénes fueron las víctimas.
Las ciencias forenses tienen técnicas de identificación de fácil aplicación en grandes catástrofes como carta dactilar y fotografía. Incluso, la identificación por ADN es una posibilidad que no se consideró en Haití, tan solo un fragmento de tejido humano o de cabello es suficiente para que los laboratorios forenses puedan identificar a una víctima.
Si bien en el momento de mitigación de la tragedia no es posible la identificación de las víctimas por técnicas de ADN, en el caso de Puerto Príncipe y demás poblaciones colindantes se impide en el futuro que investigaciones científicas logren la total identificación de restos, lo cual tiene graves implicaciones sociales y económicas. En Colombia la identificación de victimas por técnicas de ADN ha permitido a cientos de familias recuperar a sus seres queridos, hacer el duelo, proporcionarles una sepultura digna y reclamar derechos e indemnizaciones.
Más grande que la pérdida económica y de infraestructura física producida por el terremoto de Haití son las consecuencias sociales, sicológicas, legales, económicas e históricas y el daño moral a los sobrevivientes que tiene el haber llevado a fosas comunes los miles de cadáveres de las infortunadas víctimas del sismo.
Será posible, aunque no fácil, la reconstrucción de ese país pero no la del tejido social y de mitigación del duelo psicológico de los haitianos por la pérdida de cientos de familias. Basta recordar que después de varios años las heridas producidas en el tejido social por las consecuencias de las fosas comunes de los campos nazis de concentración, de la guerra civil en España, El Bogotazo, Palacio de Justicia y dictaduras del cono sur no han sanado pues aún duelen y sangran.
Para los haitianos la situación de catástrofe continúa, pues les será difícil individualizar a sus difuntos. Sabrán que en un terreno especifico existen bajo tierra miles de cuerpos y que en esos miles están sus seres queridos. Una incertidumbre que puede derrumbar más a un pueblo tan sufrido.
* Investigador forense
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