Hace casi un año el país no sabía nada del profesor Gustavo Moncayo y nunca había oído hablar del que fue llamado "caminante por la libertad".
Pero hoy, las cosas han cambiado y después de haber recorrido gran parte del país a pie, Colombia recuerda perfectamente al hombre que decidió emprender la correría en busca de la libertad de su hijo.
Con 57 años de edad y maestro de profesión, Gustavo Moncayo partió el 19 de junio de 2007 del municipio de Sandoná, Nariño, a recorrer el país con el único objetivo de pedir por la liberación de su hijo, el suboficial Pablo Emilio Moncayo, secuestrado por las Farc hace 10 años.
Stella Cabrera de Moncayo, su esposa y compañera inseparable desde hace 31 años, lo define como "el mejor padre del mundo", por el reto que desde hace un año decidió asumir y que hasta el día de hoy no ha terminado.
Colombia entera tiene la imagen del hombre humilde que con una cadena atada a su cuello y tórax, una mochila terciada a su cuerpo y acompañado siempre de su hija menor, empezó a recorrer el mundo en busca del anhelado acuerdo humanitario.
"Cuando nos dijo que saldría caminando hacia Bogotá, no le creímos" -dice su esposa- "nunca pensamos que fuera a llegar tan lejos y a lograr ser reconocido en el mundo entero como lo es ahora".
Sin embargo, lo que Colombia y el mundo desconocen son los esfuerzos hechos con anterioridad por el "caminante por la libertad".
En abril de 1998, cuatro meses después de la toma a la base de Patascoy, el profesor Moncayo, junto a una delegación de Asfamipaz, se tomó de manera pacífica las instalaciones del Ministerio de Interior y de Justicia, para exigir la ayuda del Gobierno para esclarecer la identidad de los soldados asesinados por las Farc.
Pocos meses después, en un acto de sacrificio y con la angustia por no saber del paradero de sus hijos, los padres de los 18 militares secuestrados dentro de los que se encontraba el "profe" Moncayo, decidieron crucificarse en la iglesia del Barrio 20 de Julio.
Ya en el año 2000 y con tan sólo algunas pruebas de supervivencia, el profesor Gustavo Moncayo lideró una gran marcha en San Vicente del Caguán (Caquetá), para exigirles a las Farc marcar con la fecha exacta las pruebas de vida de los cautivos.
"En aquella oportunidad, la marcha se organizó cuando nos enteramos de que algunos de los muchachos que aparecieron en las primeras pruebas de supervivencia ya habían muerto para la época en que se conocieron los videos", recuerda con tristeza Stella de Moncayo.
Es así como desde el mismo momento de la toma guerrillera, el padre de uno de uno de los hombres que lleva más tiempo en cautiverio nunca ha perdido la esperanza de volver a ver a su hijo. Su esposa lo explica en una frase: "todo ha sido cuestión de amor".
Para Stella, la terquedad, que toda la vida consideró como uno de los mayores defectos de su esposo, hoy es la autora de los grandes logros del "caminante por la libertad".
"Cuando veo que se habla de él en muchas partes del mundo, entiendo por qué me decía que aunque yo le criticara su terquedad algún día entendería la razón de su actuar", manifiesta Stella con la voz llena de sentimiento; "Ahora sé lo que es capaz de hacer Gustavo por sus hijos (...) ahora entiendo con quién me casé".
El secuestro
Aún cuando han pasado casi 11 años del secuestro de su hijo, que para aquella época apenas iba a cumplir 19 años de edad, en la mente de los Moncayo permanece vivo el recuerdo de aquel diciembre donde fueron informados de la toma.
"Gustavo llegaba de trabajar con su grupo musical, cuando recibimos la llamada de un familiar diciendo que la guerrilla se había tomado la base de Patascoy (...) sentimos que el mundo se nos venía abajo y desde ese momento ni él ni yo hemos parado de buscar su liberación", manifestó Stella.
Stella de Moncayo dice estar segura que desde ese momento en la cabeza del profesor se comenzó a gestar la idea de recorrer el país por la liberación de Pablo Emilio, pero que sólo hasta el año pasado cuando "la melancolía fue superior a su fuerza interior", tomó la decisión de emprender la correría.
"Mis hijas también sufrieron mucho, fue una tragedia familiar el secuestro de Pablo Emilio (...) incluso las niñas dicen que después del secuestro su papá se ve más impaciente y sensible, que ya no es el hombre tranquilo de hace 12 años" manifiesta con melancolía Stella.
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