El cambio más anunciado en el gabinete de Juan Manuel Santos se dio ayer, cuando el propio Ministro de la Defensa, Rodrigo Rivera, anunció su retiro de esa cartera. No fue una sorpresa, como tampoco el nombre de quien lo remplazará: Juan Carlos Pinzón, hasta ayer Secretario General de la Presidencia, y uno de los hombres más cercanos al Jefe de Estado.
Los trece meses en los que estuvo Rivera como titular de la Defensa estuvieron marcados por circunstancias antagónicas. Mientras las Fuerzas Armadas lograron propinar certeros golpes a las estructuras de mando de las Farc, entre ellas la muerte de alias el Mono Jojoy, y dar de baja a cabecillas de bandas criminales, como el caso de alias Cuchillo, Colombia también vio con preocupación el incremento de acciones terroristas en varias regiones del país y el recrudecimiento de la violencia en las grandes ciudades.
La generalizada percepción de inseguridad se fue convirtiendo en una irrefutable realidad y el retroceso en algunos de los más importantes resultados de la Política de Seguridad Democrática de la administración Uribe generaron un deterioro en la confianza en la labor del saliente Ministro y cierta desmotivación dentro de la propia cúpula militar. Los continuos cambios en la estrategia de seguridad del Presidente Santos corroboran que Rivera no alcanzó a sincronizar los objetivos del Gobierno con los nuevos desafíos del país en materia de criminalidad y orden público.
Las propias diferencias de Rivera con otros miembros del gabinete ministerial, sobre todo con su colega del Interior, Germán Vargas Lleras, y con una buena parte de los partidos políticos de la llamada Unidad Nacional, le quitaron margen de maniobra y lo desgastaron en asuntos distintos a su tarea.
Al exministro, ahora futuro embajador de Colombia ante la Unión Europea, siempre lo vieron más como un político que como un estratega militar, y eso provocó profundas diferencias dentro de las propias filas de las Fuerzas Armadas. El sorpresivo llamado a calificar servicios del general Gustavo Matamoros, un destacado experto en asuntos de inteligencia y combate, es un tema no superado dentro del propio Ejército.
La llegada de Juan Carlos Pinzón es un paso en la dirección correcta para restablecer la armonía dentro del estamento militar e imprimirle otro perfil a la cartera de Defensa. No es descartable que se produzca también un cambio radical en la cúpula militar.
Pinzón, que ha sido un leal escudero del Presidente Santos desde hace poco más de una década, tiene a su favor que es un hombre hecho dentro de las propias Fuerzas Armadas, con capacidad gerencial y gran ascendencia sobre el mando militar. Su trabajo como Viceministro de Defensa fue destacado y goza de las mejores relaciones con los organismos de derechos humanos internacionales, como quiera que fue uno de los artífices de la modernización de las Fuerzas Militares en materia de DIH.
Dentro de sus grandes retos, sin duda, están los de continuar la ofensiva militar contra los grupos armados ilegales, reforzar la confianza y la motivación dentro de las tropas, ejecutar las nuevas políticas de seguridad, y enfrentar la guerra jurídica que libran los soldados y policías por combatir el crimen organizado.
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