En la guerra se mata y se muere, pero es lamentable que los que mueren, de uno y de otro bando, sean todos colombianos, como fruto de la violencia narcoterrorista que ensombrece al país.
En Arauca, una de las regiones más martirizadas por la escalada violenta de las Farc, en menos de una semana han muerto 44 colombianos.
Primero fue el ataque de las Farc contra un pelotón de soldados bachilleres, en el cual fueron masacrados 11 militares. Y, muy cerca de allí, en un operativo conjunto de las Fuerzas Militares fueron dados de baja 33 guerrilleros de esa agrupación subversiva.
No se trata del "diente por diente", ni de la retaliación o de la venganza, pero sí son las consecuencias de un conflicto absurdo y cruel, que hacen que el país se desangre.
Precisamente, el contragolpe de las autoridades se produce como resultado de la nueva estrategia militar para combatir a los grupos armados, que mantienen en jaque a la sociedad con sus ataques contra la Fuerza Pública, la infraestructura petrolera y la población civil.
Una nueva estrategia que surge ante el clamor que se levanta desde todos los rincones del país ante el ostensible deterioro de la seguridad.
Ojalá que este nuevo plan estratégico haga desistir a las Farc de sus ataques y que nuevamente las FF. MM. asuman la ofensiva para demostrarle a la subversión que el camino de las armas no es la solución que el país necesita.
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