Más allá del acto de contrición que hizo el senador Eugenio Merlano el pasado jueves, cuando fue requerido por la Procuraduría por el sonado caso de la negativa a la prueba de alcoholemia, al país le debe quedar una lección sobre este hecho que tanta indignación despertó.
Si bien al senador hay que valorarle el gesto de pedir perdón públicamente y por el mensaje que quiso dejar de respeto a las autoridades, la sociedad debe seguir censurando la actitud irresponsable y arrogante del dirigente político, de la que incluso derivó la renuncia de un General de la Policía y una amenaza de castigo a los agentes de Policía, situación que todavía no se ha aclarado.
Más allá de la sanción a Merlano , se debe sacar provecho de esta situación para concientizar a la ciudadanía que no se debe manejar en estado de embriaguez y, mucho menos, desacatar a la autoridad.
Hemos visto con preocupación cómo en los últimos días han aumentado (o se han hecho más visibles) los casos de accidentes automovilísticos donde los conductores han manejando bajo los efectos del licor.
Por eso el Gobierno debe implementar campañas masivas y efectivas para aumentar los controles de alcoholemia de los conductores y de respeto a los procedimientos de la ley para detectar esos infractores.
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