La estructura militar de las Farc está corroída. Los desarmados sesentones de yate, guayabera, puro y mojito en La Habana ya no son los arrogantes matones que anunciaban la toma de las ciudades. Repito: este descalabro se dio gracias al gobierno anterior que desvertebró su C3 (Comando, Control y Comunicaciones), sistema nervioso de cualquier organización armada. Después de un año, los cuchos ya se ven aburguesados: ni pensar que tengan fuerzas para volver a echarse el equipo a las costillas y correr por la selva esperando que una bomba los pille sin haberse confesado. Y van a hablar ahora de narcotráfico, asunto de interés internacional, a diferencia de los dos temas anteriores que son de incumbencia nacional.
Lo que va en la isla de los Castro es un enredo político, no menor por cierto, pero el verdadero problema para la seguridad nacional y regional ahora es la tercera generación faruca, muy bien representada por "Silver", muerto en la frontera con Panamá, o "el Paisa", de la banda T Forero: hacen fama porque entierran millones de dólares en canecas como cualquier capo de televisión. ¿Para la revolución? ¿Para el pueblo? Que no. Para ellos, para su "desaparición" del escenario cuando los negociadores, "muy bien formados" -al decir de un español-, firmen un documento.
Y lo único que une a los farucos caribeños con los caucanos es el negocio de las drogas con el que sostienen sus exiguas filas de tontos y llenan los bolsillos del "Chapo" Guzmán y de Iván Márquez, el harlista, que recibía millones de pesos al mes de "Silver", con más pinta de rapero que de jefe guerrillero.
Cuando las jerarquías dimiten los apetitos mandan y los acuerdos de La Habana, (que sí, que habrá acuerdo) generaran una gran ola de inseguridad y violencia en el país, ligada al narcotráfico y alimentada por el disfuncional aparato de justicia, al desánimo militar y la corruptela de proporciones bíblicas que vivimos. Los Urabeños y los Rastrojos son solo un adelanto.
En Latinoamérica los problemas de seguridad pública giran alrededor del narcotráfico y las bandas marxista-leninistas existentes, el Ejército Paraguayo del Pueblo, Sendero Luminoso, las Farc y el Eln sobreviven gracias a este negocio, que va para largo. Este es el nuevo dolor de cabeza que heredaremos de los terroristas habaneros modelo 60, los cuales en vez de reconocer públicamente el fracaso de su proyecto estaliniano y pasar a la historia negra de Colombia, se desvanecerán entre sumarios, archivos delincuenciales y la astrosa política nacional. Quedará, eso sí, una espina nacional, casi un rencor: la impunidad. Ojalá y las dos mujeres oficialistas en la mesa, ayuden a minimizar el desencanto que viene.
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