A Lila le gusta pasar desapercibida, fundirse con los otros. Hablar como ellos. "Es una cosa de exiliado. No quiero parecer diferente. Quiero hablar su idioma, confundirme en cualquier lugar". Habla seis idiomas, español, francés, persa, italiano, ruso e inglés, y aprende portugués.
Lila Azam nació en Francia, pero sus padres son exiliados de Irán. Ella también tiene esa nostalgia por ese lugar de origen. Entonces está la escritura, para hacerse una casa, suya.
Una vez encontró a Nabokov y se enamoró de él. No lo miró como la mayoría que han hablado de él como un escritor perverso. Lila lo encuentra y hace una propuesta que no es biográfica, pero sí transgresora, como él. El encantador es un libro que abre esos mundos nabokovianos, en el que ella camina al lado del que considera su maestro. Es una lectora que relee e imagina.
¿Quién la acercó a Nabokov?
"Mi madre leía Ada de Nabokov, que es mi novela preferida, cuando yo tenía 13 años y no entendía, pero tenía mucha curiosidad. También estaba leyendo, Habla recuerdo, que es la autobiografía, donde habla mucho del exilio, de esa nostalgia enorme hacia el país y un lugar al que tú sabes que nunca vas a volver. Estaba esa sensualidad que puedes encontrar en un lugar, en el cual hablas del dolor, del exilio. Eso lo sentía mucho mi madre y por eso Nabokov".
Habla de lo importante que es releer. ¿Cuántas veces ha releído a Nabokov?
"Lo he releído mucho. Como me gusta leer muy despacio, tomo Ada o Habla recuerdo y me lo leo a trocitos, muy despacio. Cuando leo y escribo me gusta leer en voz alta y eso me parece fenomenal, porque puedes sentir la música de lo que te gustó, como un concierto que te puedes hacer a ti mismo".
¿Por qué relee?
"Es una idea de Nabokov, de un poeta francés que se llama
Paul Valéry, que dice que la literatura empieza con la segunda lectura, porque en la primera leemos para la historia. La segunda nos atrae más los detalles del romance de la lengua, de la textura, de la poesía. De varias cosas que son para toda la vida. Lo que digo en el libro es que la felicidad es una cuestión de observación de detalles. La literatura nos enseña releyendo que lo único que crea ese universo de la imaginación son los detalles y eso solo se puede coger en una segunda, tercera lectura. Nabokov dice que el verdadero lector es un relector, es un lector que se vuelve creador porque con su imaginación reimagina los libros".
Que fue lo que usted hizo en El encantador, reimaginarlo...
"Claro. Mi libro es una carta de amor para Nabokov, pero solo eso no sería posible. A él no le gustaban los escritores mujeres y un amor hacia una persona que uno no conoce personalmente, tiene que estar lleno de lucidez. De ver las cosas equivocadas, las que no funcionan y no son tan hermosas. He dicho una vez que la irreverencia es súper importante, porque para escribir una carta de amor que sea verdadera, leal, hermosa, uno tiene que encontrar la herida, el lugar en el cual hay un dolor, un problema, una cosa más débil. También necesitas tu sentido del humor para burlarte, para saber que es un personaje de literatura".
Es un amor difícil, porque no recibe respuestas...
"A veces uno pensando mucho, parece que te llegan respuestas. Te enloqueces un poquito".
¿Por qué eligió el inglés para escribir?
"Crecí hablando francés y persa con mis padres en París y aprendí el inglés bastante tarde, cuando tenía 11 años. Lo aprendió mi mamá mirando un video de Hamlet, con el actor inglés
Laurence Olivier. Ella estaba muy enamorada de Hamlet y poco a poco me interesé mucho en la literatura en inglés y me encantó la fluidez del idioma, la gramática inglesa. Uno puede inventar estructuras gramaticales que no son errores, sino que son poéticas, y que en nuestras lenguas latinas como el francés y el español, lo son. Además hay un vocabulario enorme, porque ha sido una lengua que ha tomado mucho de otros países. También hay un nivel de incertidumbre, escribir en una lengua que uno no controla perfectamente, te da un sentido de libertad. Puedes cometer errores, pero no pasa nada porque no es tu lengua. Cuando me dicen, podrías escribir en francés, digo, quizá sí, pero es como elegir un instrumento para tocar".
¿La escritura le ha permitido hacerse a un lugar suyo?
"Para mí, la escritura es mi lugar. Es mi casa. Para Nabokov, que es mi escritor, el lenguaje, la literatura, la escritura, es como una casa que te puedes traer por todas partes. Él creía mucho que la imaginación es la única realidad. Con la escritura puedes vivir de imaginación".
Está escribiendo un nuevo libro, The Orlando Inventions. ¿Se despide de Nabokov?
"Eso es fundamental, porque es imposible escribir una novela nabokoviana, porque Nabokov no soy. Lo que me parece esencial es el sentido de éxtasis que tiene él, que es lo que hace falta en mucha literatura contemporánea. Hablamos de situaciones personales, de sexo, de vida en las ciudades grandes, pero muchas veces falta el sentido de éxtasis. Nabokov es el poeta del éxtasis. Es eso lo que me interesa: me gustaría tener ese sentido para escribir. Sin eso no hay vida. No hay literatura".