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El fenómeno Mockus

  • Hernando Gómez Buendía | Hernando Gómez Buendía
    Hernando Gómez Buendía | Hernando Gómez Buendía
11 de abril de 2010
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A cuatro meses de las elecciones de 2002, Serpa tenía casi un 40% de la intención de voto y Uribe apenas llegaba a 5%. Pero entonces Uribe despegó, y en cuestión de semanas alcanzó a Noemí (hasta entonces segunda en las encuestas) para acabar ganando en la primera vuelta con el 53% de los votos. Traigo a cuento estas cifras porque recuerdan que en la política puede haber sorpresas que son el resultado de cambios imprevistos y masivos en el clima de opinión.

Los "palos" son por definición excepcionales; pero se han dado en tantas ocasiones y países que incluso existen libros y teorías sobre el "candidato sorpresa" y sobre "la bola de nieve" que lo impulsa. El proceso en cuestión no puede fabricarse ni copiarse, porque consiste en el "descubrimiento" repentino de la identidad de más y más votantes con el candidato minoritario, en una "química" emocional o simbólica que se contagia y se expande con una intensidad arrolladora.

En cosa de dos semanas, Mockus saltó de 9% a 22% o a 25% en las encuestas y alcanzó a Noemí, mientras que Santos se estanca (en 35%) o retrocede (a 30%): si la bola de nieve sigue rodando, Mockus será el próximo presidente.

Eso lo saben sus rivales, y por eso el golpe bajo que acaban de propinarle: la "noticia" de que Antanas padece una enfermedad cuyo nombre despierta las dudas más sombrías entre la mayoría de la gente. Por supuesto que los medios deben informar sobre el estado de salud de un candidato. Pero en los círculos periodísticos desde hace tiempo se sabía que Mockus sufre de párkinson en grado leve y que esto no afecta sus facultades mentales. La bajeza consistió en que la W "soltara la noticia" en el momento decisivo del proceso y con la intención de entorpecer la "química" que se viene fraguando en torno a Mockus.

En los próximos días se verá si la maniobra de Santos vía "Julito" le funciona, si los medios desvían el debate hacia la enfermedad de párkinson o si se ocupan de los temas de verdad. Porque la química que se viene fraguando no es un asunto fortuito ni episódico, sino que nace de fuentes más hondas: más y más gente reconoce en la candidatura Mockus al país civilizado y honesto que necesitamos y que tenemos el derecho de soñar. Así de simple.

Tan simple como que Mockus, Peñalosa y Garzón fueron -precisamente- los gestores y el símbolo de los doce años de progreso que tuvo Bogotá, y como que Fajardo hizo lo mismo y fue lo mismo en Medellín. Dicho en palabras simples: Mockus y su equipo son la ciudad o, más exactamente, la civilidad.

Después de ocho años de aplicación cerrada de un proyecto rural para un país urbano, la emergencia del Partido Verde y la candidatura Mockus vienen a ser la expresión inevitable -y ojalá indetenible- de la Ciudad(anía). Por resolver un problema del siglo XIX -el de llevar el Ejército a todo el territorio nacional- Colombia se había olvidado del siglo XX y por supuesto, del XXI. Las Farc han sido combatidas con firmeza, pero el respeto a la ley no ha aumentado. Creció la minería pero creció el desempleo. Tuvimos un "Estado de opinión" pero no una sociedad deliberante. Tuvimos más autoridad pero no menos corrupción ni politiquería. Tuvimos más seguridad pero no más justicia.

Y esto último bien puede ser el punto de quiebre: el uribismo consiste en ofrecer seguridad democrática; el mockusismo consiste en ofrecer seguridad ciudadana. El uribismo parecería ser -y es- inderrotable en tanto tenga el monopolio de la seguridad. Por eso Petro y el Polo naufragaron. Por eso Santos, Noemí y Vargas se disputan su grado de adhesión a la Seguridad Democrática. Pero también por eso Mockus y los verdes son la alternativa de fondo al uribismo: ellos tienen un modelo de seguridad -civilista y respetuoso de la ley- que mostró resultados contundentes en las grandes ciudades (casi el 80% del descenso total en homicidios se debió a Bogotá y Medellín).

Mockus tiene autoridad para ofrecer seguridad. Y sobre todo, tiene autoridad moral. Por eso está emergiendo como el candidato-sorpresa. También por eso le están montado la guerra sucia.

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