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El Golfo de Morros-pillo

  • Carlos Alberto Giraldo | Carlos Alberto Giraldo
    Carlos Alberto Giraldo | Carlos Alberto Giraldo
13 de enero de 2011
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Así es en este país: primero disparan y después preguntan. Es un absurdo y es deplorable el asesinato de dos jóvenes universitarios en la vereda Oriente Nuevo del municipio de San Bernardo del Viento, en Córdoba.

Lo más inquietante es lo que revelan los homicidios de Margarita Gómez y Mateo Matamala Neme, estudiantes de biología de la Universidad de Los Andes: que una extensa área del Golfo de Morrosquillo está en manos de los narcotraficantes, a su vez revueltos con exparamilitares. Cualquiera que haya ido y viajado por los manglares que rodean la vieja desembocadura del río Sinú, y que haya hablado con los lugareños, sabe que allí, entre el follaje tupido, los narcos esconden lanchas rápidas ( go fast ) de "ingeniería criolla", capaces de cargar entre una y dos toneladas de cocaína.

En esos meandros de aguas quietas que se extienden desde San Bernardo hasta la Bahía de Cispatá, las bandas de Los Urabeños y Los Rastrojos tienen una autopista privilegiada para disparar cargamentos de droga hacia Centroamérica y E.U.

Pero, como ya lo sabemos, en el país del Sagrado Corazón nadie ve nada, nadie oye nada, nadie sabe nada. En desgraciada suerte, a Margarita y a Mateo les tocó sufrir la "justicia" por manos propias que imponen aquellos criminales en los alrededores de los golfos de Morrosquillo y de Urabá.

Hasta esa zona se extiende un privilegiado corredor de la "narcoindustria" que empieza con los cultivos de coca a los pies de las serranías de Abibe, San Jerónimo y Ayapel, en los alrededores de los ríos San Jorge, Sinú y Verde. Incluso, allí también llegan los remanentes de los cientos de cocales de las laderas que bordean el río Cauca dos kilómetros arriba del puente de Puerto Valdivia, sobre la troncal a la Costa Atlántica.

No estoy diciendo nada nuevo: eso lo saben el Ejército, la Policía, el DAS, la Fiscalía y los alcaldes de esas zonas. Lo más grave es la "ley" del más fuerte que se impone en esa extensa región y otras del Bajo Cauca antioqueño. A granada, a metra, a puñal. A lo que haya y contra quien sea.

Es una violencia desbordada de una minoría que no respeta a civiles, que se ejerce a cielo abierto y que trae tragedias como la que acaba de ocurrir con Margarita y Mateo. Y que hace apenas diez días también dejó tres labriegos asesinados en una finca del mismo departamento de Córdoba.

Un problema de vieja data, con viejos actores, pero con nuevas dinámicas y con otros "capitos" en ascenso, capaces de matar a balazos incluso a estudiantes-turistas desprevenidos. La muerte de estos dos muchachos, que hubiesen podido ser sus hijos o los hijos de gente de la región, dan una señal de que narcos y exparas están convirtiendo el Golfo de Morrosquillo en el Golfo de Morros-pillo. A ver si en el gobierno Santos hay alguien que escuche, actúe y les dé cacería a esos animales.

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