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EL LEGADO JUDÍO-IRAQUÍ EN AMÉRICA

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12 de noviembre de 2013
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Hace 75 años, unos 120.000 judíos vivían en Irak. En Bagdad, eran prominentes en negocios y las profesiones: médicos, abogados, banqueros, profesores, músicos, escritores, artistas, ingenieros. El verano pasado, un visitante que acababa de regresar de Irak me dijo que sólo podía confirmar la existencia de cinco judíos vivos en el país. No 5.000. No 500. Cinco. Están demasiado viejos para irse. Cuando mueran, no habrá ninguno.

Judíos han vivido en Irak por más de 2.500 años. El Talmud Babilónico fue escrito allí. Y a pesar de instancias de violencia sectaria, judíos y árabes musulmanes lograron convivir, hasta el escalamiento del antisemitismo en el siglo XX que culminó en la gran masacre que los judíos iraquíes llaman el pogromo Farhud o "el olvidado pogromo del Holocausto". Empezó el primero de junio de 1941, cuando militantes pro-Nazi ejecutaron a judíos en buses y andenes, asesinaron a bebés y sus abuelos, violaron y asesinaron a mujeres y niñas. Luego saquearon los hogares de los muertos y se llevaron todo lo valioso. Cuando la matanza y saqueo terminaron, unos 130 judíos habían sido asesinados.

Menos de dos años después del establecimiento de Israel en 1948, el gobierno iraquí declaró que los judíos de Irak podían ir a la Tierra Prometida bajo la condición de renunciar a su ciudadanía iraquí y dejar atrás sus bienes. Ir a Israel significaba no regresar nunca. Regresar con un sello israelí en su documento de viaje era pedir ser ejecutado por espionaje. Sin embargo, en el transcurso de tres años, unos 120.000 judíos pagaron el precio por su libertad, dejando atrás a unos miles.

En mayo de 2003, soldados americanos que buscaban armas en el sótano inundado de la base de inteligencia de Saddam Hussein encontraron en cambio un tesoro saqueado de más de 2.700 libros y decenas de miles de documentos en hebreo, árabe, e inglés. Los materiales estaban fechados tan atrás como 1540 y tan reciente como los años 70; incluyen fragmentos de pergaminos, un Talmud Babilónico, libros de oraciones ilustrados a mano, calendarios hebreos, cartillas escolares, correspondencia personal y de negocios, comentarios cabalísticos y una Biblia de 1568. Conservacionistas del Archivo Nacional en Washington viajaron a Bagdad para examinar los daños y rescatar los artículos. Representantes iraquíes estuvieron de acuerdo en que los materiales fueran enviados a América para recuperarlos.

Se inauguró el pasado viernes una exhibición llamada "Descubrimiento y Recuperación: Preservando el Legado Judío-Iraquí" en el Archivo Nacional. Una página web le ha dado al mundo acceso al archivo. Pero el futuro de la colección es incierto porque George Bush prometió que serían devueltos a Irak después de su restauración. La legalidad de esa promesa ha sido cuestionada por el senador Charles Schumer.

Entiendo las sensibilidades americanas frente a acusaciones de expoliación. Durante la guerra en Irak, los Estados Unidos también removieron documentos del partido Baath, e Irak también está buscando la devolución de estos con la disculpa de que el público iraquí puede aprender de los errores de sus líderes pasados. Pero hay una diferencia entre los documentos de un dictador asesino y la herencia de una minoría oprimida. El archivo Judío-Iraquí nunca perteneció al gobierno de Irak, perteneció a los judíos de Irak. Para mí, los documentos del partido Baath son como la caja negra de un avión que se ha estrellado: estudiarlos puede prevenir calamidades futuras. El archivo Judío-Iraquí es más como equipaje perdido, los tesoros de un pueblo disperso que anhela reconectar con algo, cualquier pedazo de la vida que dejó atrás.

Entonces, ¿adónde deben ir estos materiales? Sugerir que vayan a Israel, donde ahora viven muchos judíos iraquíes, podría invitar veneno de Irak. Sugerir a América casi que con seguridad inspirará protestas en Bagdad contra "imperialismo". Cumplir con la promesa de la administración Bush y devolver los materiales sería un deshonor para cada uno de los judíos que fueron cruelmente desplazados de su tierra natal. Los Estados Unidos deberían asegurarse de que este gran tesoro de la memoria permanezca a salvo en América para que el mundo lo comparta. El embajador iraquí sugirió a los Estados Unidos un posible préstamo que permitiría que el material permanezca en América por un tiempo después de que la exhibición termine. Esto tal vez sea un primer paso, pero no es una solución a largo plazo.

Uno espera que Irak algún día conozca la paz y que tal vez los judíos puedan regresar algún día. Tal vez entonces tendría sentido devolver estos materiales. Pero hasta que llegue ese lejano momento, devolver un tesoro tan enorme a un lugar donde dentro de poco no habrá judíos sería perverso, y un fracaso en reconocer la devastación que el antisemitismo causó en el mundo árabe.

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