Penetrar sin permiso el segundo rascacielos más alto del mundo no es una tarea sencilla, pero Vitaliy Raskalov y Vadim Makhorov sabían que durante la celebración del año nuevo chino, la vigilancia de la Torre Shanghái sería mínima y encontrarían pocos obstáculos para trepar hasta la cima de este edificio en construcción: 120 pisos que alcanzan una altura de 630 metros..
Los jóvenes, que no sobrepasan los 20 años de edad, publicaron a principios de año el video de su hazaña. Entran como si nada en la torre a medio construir, ascienden pacientemente, pasan la noche esperando un mejor clima para continuar, pues a esa altura los vientos no tienen clemencia y las nubes bajas lo cubren todo. Por fin, cuando clarea la mañana, siguen trepando hasta la azotea, luego por el brazo de una grúa, hasta su extremo, hasta una altura que pocos estómagos pueden soportar. Incluso desde la seguridad de un escritorio, ver el video enfría las entrañas, hace sudar las manos.
La práctica no es nueva. Raskalov lo ha hecho en muchas ciudades del mundo. De manera ilegal ha subido a la cima de las pirámides de Egipto, de la Torre Eiffel, hasta el pináculo de La Sagrada Familia en Barcelona.
El joven siente pasión por la adrenalina y los miles de likes que reciben sus post en Youtube o Instagram la alimenta.
Además no es el único. Muchos jóvenes de Rusia, conocidos en internet como Russian Daredevils, ejecutan hazañas extremas, arriesgan sus vidas y se vuelven estrellas de las redes sociales.
Tan solo milímetros los separan de una muerte segura y algunos de ellos la conocen a una edad temprana.
Pavel Kashin, otro joven ruso, practicaba Parkour. También subía a la cumbre de los edificios altos de Moscú para practicar backflips, saltos mortales hacia atrás en los que caía siempre en el mismo punto, o casi siempre. En su último salto, en 2013, erró por 10 o 15 centímetros y se precipitó 16 pisos. Perdió la vida de forma instantánea.
Slava Taranov, de 16 años, también murió en una acción intrépida. A mediados de 2013 Trepó con una amiga hasta el punto más alto de las vigas de un puente en Rusia, ignorando las señales de alto voltaje. Es cierto que tomó fotos espectaculares, como quería, pero en el camino de regreso tropezó y, al sujetarse de un cable para frenar la caída, recibió una descarga de 25 mil voltios.
Mientras los casos de accidentes fatales aumentan, redes como Youtube siguen recibiendo publicaciones de acciones cada vez más intrépidas, realizadas por jóvenes que no toman medidas de seguridad, como los deportistas profesionales. Disfrutan la adrenalina y la popularidad instantánea que ganan, pero el precio que pagan por un like, o miles de likes, a veces es demasiado alto.
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