Siempre tuve dificultades para hacer amigos y los pocos que conseguía, desaparecían al conocerme. Afortunadamente, todo comenzó a cambiar cuando Dios me puso frente al Facebook. Retoqué y subí varias fotos en las que aparezco como gígolo platudo sin reportes en Datacrédito. Madrugo y sin bañarme me despacho en Facebook con la mejor frase para desearles a mis amiguitos el mejor día. Para cotizarme, le acepto a cualquiera la invitación para ser su amigo.
Lo bueno del Facebook es que, sin conocerlos, acepto como amigos a los amigos de mis amigos. El Facebook es, sin duda, después de la rueda, el mejor invento de la humanidad.
Durante 10 años, por su capacidad de mantener hipnotizados a los venezolanos y porque al enemigo hay que conocerlo, mi meta fue acercarme al comediante venezolano Hugo Chávez. Hice de todo: Llamé a Evo, conversé con Moncayo, busqué a la mamá de Íngrid y nada. No pude conseguir ni siquiera un cupo en Aló Presidente.
Esta semana, cuando el Presidente Santos dijo que Chávez era su nuevo mejor amigo, vi fácil hacer realidad mi sueño de estar cerca de Chávez, el expropiador del siglo 21. Solo era cuestión de suerte y saber usar Facebook. Mi plan era sencillo:
Si el hijo de Santos es tan carajo para disfrazarse de Mockus, lo más probable es que me aceptara como su amigo en Facebook. Si Santos es tan ocurrente y acepta que Chávez es su nuevo mejor amigo, no es difícil que me aceptara a mí como su amigo, al ver que soy amigo de su hijo. Si Chávez es tan tonto para creerle a Santos que es su nuevo mejor amigo, no era imposible que me aceptara a mí en el Facebook como amigo, al revisar que soy amigo de su nuevo mejor amigo. ¡Eureka!, con el Facebook podría llegar a ser amigo de Chávez.
Ya en Facebook, iba yo a ejecutar mi plan y reaccioné cuando pensé que hacerme amigo de Santos para llegar a Chávez podría cortocircuitar mi poca moral: en plena luna de miel con Santos, no siento miedo de haber lamido en la campaña que lo llevó al poder: repartí volantes, instalé pasacalles y enredé a mis tías para que votaran por el futuro creador de 2,5 millones de empleos.
No me da miedo que Santos solo le asigne el 1.4% del presupuesto al impulso de las cinco locomotoras (vivienda, infraestructura, minería, agrícola e innovación), soporte de su Prosperidad Democrática. Poca plata para cambiar el rumbo del país.
No me da miedo saber que la poca profundidad y lentitud de sus anunciadas "reformas estructurales" de regalías, víctimas, justicia y salud, impulsadas en el Congreso, no cambiarán la realidad de los colombianos.
Lo que en realidad produce miedo es ser amigo de Santos, a quien no le da vergüenza ser amigo de quien les robó a los venezolanos la democracia y las empresas. Da miedo ser amigo de Santos, a quien no le da pena ser el mejor amigo de quien insultó sin compasión a Álvaro Uribe, personaje al que debería respetar por tenerlo hoy como Presidente.
Solo quisiera ser amigo de Santos para escribirle en el muro de Facebook que Tirofijo también fue el mejor amigo de Pastrana y que le deseo mucha suerte con su nuevo mejor amigo.
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