Solemnidad del Corpus Christi
"Jesús, tomando los panes y los pescados, los bendijo, los partió y se los dio a los discípulos para que los sirvieran a la gente" . San Lucas, cap. 9
Multitud que sigue a Cristo por la región del Tiberíades. Gente pobre que no lleva nada en su alforja para el hambre del mediodía. Judíos ansiosos de escuchar una palabra de esperanza.
Jesús sale al encuentro de esta multitud necesitada. Multiplica el pan y el pescado y todos regresan saciados a sus casas. Con este signo el Señor anuncia la Eucaristía.
Se cuenta de un marqués que yendo a comulgar, le cedió el paso a su criado, diciéndole: pasa adelante que aquí todos somos iguales. La anécdota sería edificante y plenamente cristiana, si no tuviera este sentido implícito: sólo aquí somos iguales. Tal vez no hemos profundizado en el sentido social del Sacramento. Con él se nos invita a ser hermanos, a compartir nuestros bienes y nuestras oportunidades, a ayudarnos mutuamente a crecer.
El Concilio Vaticano II, al reorganizar la celebración de los sacramentos, señala un presidente jerárquico, el sacerdote, pero a la vez suprime todo aquello que signifique discriminación entre los fieles, por razón de dinero o clase social.
La Eucaristía es signo de fraternidad y de unidad. Por eso la llamamos Comunión.
Será entonces profanación convertirla en sedante para los injustos y en anestesia para quienes sufren la injusticia.
Será profanación reducirla a un alimento de las almas que marchan hacia el cielo, sin comprender que es fiambre de quienes se han comprometido a reconstruir el mundo.
San Ambrosio, obispo de Milán, después de la masacre de Tesalónica, advierte al emperador Teodosio que no ofrecerá la misa si él se atreve a llegar al templo.
Es conveniente entonces revisar nuestra vida. El pan y el vino que colocamos sobre el altar significa ante todo nuestros deseos de igualdad y de caridad: porque enseguida, unos pocos siguen acaparando los frutos de la tierra y las posibilidades de trabajo, en tanto que la gran mayoría pasa hambre y carece de un trabajo digno para ganarse el sustento.
Nuestra literatura cristiana ha insistido demasiado en la Eucaristía como el pan del cielo. ¿No será hora de entenderla como el pan de nuestra tierra: un pan amasado de muchos granos, un vino exprimido de muchas uvas que nos están gritando unión, compromiso social, apertura al hermano, tarea esforzada de todos los días para edificar en la unidad un mundo digno, justo y fecundo para todos los hombres?
(Publicado el 8 de junio de 1980)
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