A raíz de la reciente compra del Washington Post y de la visita del director de este diario norteamericano a Colombia, he estado pensando en la tan apocalíptica idea del fin de los diarios de papel. Hace 10 años, justamente, el periodista español Miguel Ángel Bastenier dijo que en el 2013 los periódicos sólo existirían en la web. Hoy vemos cómo dicha predicción falló a pesar de que varios diarios en el mundo cerraron y unos pocos prefirieron potencializar su versión digital.
Los diarios de papel siguen vivos y la verdad no sé por qué algunos siguen lanzando fechas intentando calcular cuándo desaparecerán. Es más, me atrevería a decir que nunca se acabarán. Se acomodarán a los nuevos tiempos, serán una alternativa importantísima para entender. Como dijo Chris Hughes apenas se enteró de que Jeff Bezos compró el Post: "Él está acertando. Aunque uno lea noticias en internet, los lectores inteligentes siempre mirarán arriba, a la izquierda, para enterarse de que lo que están leyendo procede de un medio de comunicación responsable, que hace periodismo con profundidad" (Semana, agosto 12). Tal vez, por lo mismo, el joven cofundador de Facebook compró el año pasado la revista The New Republic.
El periódico de papel tiene su encanto y todavía su compromiso con el lector es enorme. En tiempos cargados de información un periódico debe servir para algo más que dar noticias. Los periódicos de hoy, como lo expresó Tomás Eloy Martínez, están para el análisis, para contar historias que hagan que un lector quede tan hipnotizado que no le importe llegar tarde al trabajo. La prensa no puede ser un circo para exhibirse, sino un instrumento para pensar, para crear, para ayudar al hombre en su eterno combate por una vida más digna y menos injusta, afirmó el argentino.
Varias veces he escuchado a grandes periodistas, entre ellos al mismo director del Post, Martin Baron, afirmar que la pasión por esta profesión, y su rigor para entender el mundo, se lo deben a la lectura juiciosa de distintos medios impresos que desde niños aprendieron a leer porque sus padres los compraban y los dejaban regados por toda la casa para que cada quien se enterara de algo.
No creo que debamos esperar a que los medios impresos mueran para extrañarlos, todos los medios pueden convivir sin problema, cada uno cumple un papel específico, enriquecen a la audiencia de diversas maneras. Lo triste es que como quedó demostrado el año pasado en el estudio realizado por el Cerlalc sobre el "Comportamiento lector y hábitos de lectura", Colombia sacó un porcentaje bajísimo en lectura de revistas y periódicos, comparado con el resto de países iberoamericanos. Lo que más lamento es que la principal razón que dan los colombianos para no leer (67%) es sencillamente porque no les gusta. La prensa es un bien público, ojalá los colombianos, que día a día somos tan indiferentes, no entendamos esto demasiado tarde.
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