El carácter material que se le atribuye a la palabra "justicia" es fuente de un equívoco constante en la sociedad, pues da lugar a entenderse en varios sentidos que, en la mayoría de las circunstancias, tiene un significado distinto al que realmente es.
El objetivo de este planteamiento no hace alusión al órgano jurisdiccional ni a la justicia de Dios. Por el contrario, busca acercar al individuo al ser de esta palabra, en tanto comporta un implícito que genera vehemencia en la sociedad. De manera simplista se suele decir que la justicia equivale a darle a cada quien lo que le corresponde o afirmar que es hacer lo que es debido. Esto es equivocado toda vez que dicho valor comprende una carga conceptual y argumentativa más profunda de lo que la sociedad cuestiona.
La misma sociedad atribuye al valor de justicia otros calificativos imprecisos para encauzarla, verbigracia, hacia todo procedimiento penal donde la víctima señala con ímpetu "que se haga justicia", atribuyendo un valor distinto del deseado, como quiera que lo que pretende es venganza.
Con todo, quedan dos caminos, los cuales son pertinentes de escoger para quien a bien tenga su elección. Uno es afirmar que la justicia, es una formaleta vacía, que se adecúa al modelo de sociedad donde esta se ponga en común. Es decir, no es una realidad universal. Desde esta perspectiva se alude al carácter relativista de la argumentación.
De otro modo, señalar que el verdadero valor de justicia es adjudicable a lo que impone una razón o entendimiento, es decir, que surge de una voluntad, en este caso soberana, que asigna dicha concepción, legitimándola de manera perentoria sin reparo sobre el objeto de la misma, sino sobre su finalidad.
Así las cosas, la conclusión de la justicia resulta ser una semejanza a valores como el interés general o buenas costumbres, como conceptos jurídicos indeterminados, que no se pueden delimitar y que van transformando en el tiempo.
Argumento importante para precisar que el derecho no pretende hacer justicia, lo que pretende es adecuar fórmulas intrínsecamente creadas para legitimar un statu quo y ejercer soporte del poder.
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