¡Qué oficio tan duro es ser juez en Colombia! Muchos tienen que trabajar en oficinas estrechas y oscuras, en medio de arrumes de expedientes de casos no resueltos porque la delincuencia nos ha desbordado. Siempre en vilo frente a los vencimientos de términos de incontables procesos. Con una policía judicial que debe multiplicarse para atender tantos crímenes con recursos insuficientes. Y además, amenazados por cumplir con su deber. Cuando no asesinados, como el juez de Soacha la semana pasada, y tantos jueces de Bogotá, Antioquia, Santander, la costa Atlántica y otras regiones, que han muerto bajo las balas durante los últimos treinta años.
¡Qué oficio tan duro es ser juez en Colombia! No sólo en los pueblos más apartados. También en las grandes ciudades y en la misma capital, Bogotá. No sólo en los juzgados municipales más humildes. También en los tribunales superiores regionales y en las cortes de más alta jerarquía. Con razón causó conmoción en la Corte Suprema de Justicia la noticia de la captura de dos sicarios cerca del conjunto residencial donde viven tres magistrados. Los dos hombres, que llegaron de Córdoba y tenían en su poder dos pistolas, una de ellas con silenciador, fueron capturados en la noche del miércoles por la Policía y el CTI en la calle 134 con la carrera novena. Un vehículo sospechoso, estacionado cerca a la residencia de uno de los magistrados, puso en alerta a las autoridades, que hace dos semanas recibieron un reporte de un jefe paramilitar reinsertado según el cual había un plan para atentar contra algunos magistrados. La Fiscalía, por su parte, informó que se había interceptado una llamada telefónica en la que los sicarios decían: "Estos magistrados van a saber lo que es sacarse el premio gordo". La policía recibió información de que el jueves en la mañana los sicarios tenían que recoger dos vehículos de alto cilindraje que iban a utilizar para los crímenes.
"No se trata de un episodio cualquiera, en atención al momento que vive el país, la gravedad e inminencia de la amenaza y a que el cumplimiento de sus funciones constitucionales compromete organizaciones criminales con probada capacidad delictual", dijo la Corte Suprema de Justicia. El episodio, según los magistrados, estaría ligado a las amenazas a testigos y víctimas en algunos procesos y el asesinato de algunos funcionarios judiciales, como el cometido el lunes pasado contra el juez de Soacha. Los magistrados advirtieron que "una vez más, graves peligros se ciernen sobre la Corte", y dijeron que "se prolonga así la estrategia de amedrentamiento en el vano intento de doblegar la inquebrantable voluntad de la Corte Suprema de Justicia de cumplir sus responsabilidades frente a la sociedad, la Constitución y la ley"? "Ante la comunidad nacional e internacional deben responder las autoridades encargadas de nuestra seguridad y la de nuestras familias; responsabilidad que se extiende a la propia vigencia de la democracia, pues los hechos conocidos atentan contra la integridad y existencia de uno de los poderes constituidos, con lo cual minan el Estado de Derecho".
Pensando en estas amenazas vergonzosas, recuerdo una fotografía de la toma del Palacio de Justicia por parte de tropas del Ejército. Me da rabia recordarlo: 6 de noviembre de 1985. Varios tanques dispararon contra el edificio a pesar de que allí aún estaban retenidos por un comando del M-19 muchos rehenes, entre ellos casi todos los magistrados de la Corte Suprema de esa época. Cuando el primer tanque tumbó las puertas del edificio, arriba, sobre el pórtico, se veía una placa con una frase del General Francisco de Paula Santander, héroe de nuestra Guerra de Independencia, que decía: "Si las armas nos han dado la independencia, sólo las leyes nos darán la libertad". Fue un momento amargo, irónico: los disparos de las armas eran los únicos que se escuchaban, por encima de los gritos de auxilio del presidente de la Corte pidiendo al gobierno y al Ejército que detuvieran la matanza. La frase del General Santander me hace pensar que ante las nuevas amenazas, los colombianos debemos rodear a nuestros jueces en esta hora de tinieblas como los hombres primitivos rodeaban la lumbre que los congregaba a la entrada de sus cuevas para proteger el fuego del hogar, la única luz que podía espantar el aullido de las fieras.
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