En este espacio todo puede ser construido por usted mismo. Las lámparas están hechas a partir de una ensaladera de cristal y un tarro para guardar cereal y la mesa, creada con estivas de madera rústica, está dispuesta para que se experimente. O juegue. O invente.
A las cinco de la tarde, la empresa de soporte tecnológico que funciona allí se transforma. Los empleados se van y encima de la mesa se dispone el Arduino, un Raspberri Pi y un AR Drone Parrot, que comienzan a tener vida propia en las manos de quienes quieran.
A esta iniciativa se le bautizó como Espuma y es un hackerspace, un sitio abierto a entusiastas del software libre o abierto que quiere convertirse en un punto de encuentro y conocimiento en la ciudad. "Electrónica simple para unir mentes abiertas", es el lema.
Detrás están los ingenieros de la Universidad Santo Tomás, Julián Gutiérrez, experto en gestión de plataformas Linux y Julián Duque, desarrollador que impulsa la comunidad de Javascript en la ciudad.
"Esto lo concebimos como una social enterprise (empresa social). Se trata de llevar la tecnología a quien no puede tenerla, bien porque es de difícil acceso o porque se tiene la idea de que es solo para los genios", dice Duque.
Así, en un viaje a Estados Unidos consiguió un kit de electrónica, el Arduino, desde el que es posible controlar una cafetera o un quadróptero, sin saber nada de electrónica. No contentos con ponerlo a disposición de los otros, enseñan cómo conseguir las piezas para hacerlo en casa.
Lo mismo hacen con el Raspberri Pi, una tarjeta madre, es decir, la base de un computador, que creó una fundación en el Reino Unido y que venden por 35 dólares, con propósitos educativos. Lo interesante, dicen en Espuma, son las posibilidades, porque esta pequeña placa, a la que se le puede conectar un monitor, un mouse y un teclado, es programable.
El Raspberri lo consiguieron en un "golpe de suerte". Quedaban pocos disponibles y uno fue para ellos. Luego le siguió un Cubie Board, un computador un poco más potente, desde el que se puede, por ejemplo, conectar una cocina, para controlarla desde la web.
Ellos experimentan porque creen que la definición de producto ha cambiado. Ahora llevan este filosofía abierta y de colaboración al mundo tangible, al del "hardware libre" como lo propone la comunidad Maker.
Por eso, la empresa de Julián Gutiérrez pone el espacio y el "patrocinio" para que cualquiera entre a este lugar y cree un proyecto. Eso sí la idea es adherirse a esa forma de colaboración y aprendizaje que ellos proponen.
Porque aplicar lo que saben está para todo, incluso para construir un cultivo hiDROP ónico automatizado que piensan hacer en envases reciclados y, próximamente, entrarán en la onda de las impresoras 3D. Como buenos "maker", están listos para armar y desarmar. Y enseñar en el proceso.
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