x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

En Necoclí: tortugas vs. mapaches

LAS TORTUGAS CANÁ llegan a dejar sus huevos a playa Bobalito. Las esperan depredadores, pero también dos vigías solitarios que están a favor de ellas para que sean ganadoras y proteger la especie.

  • En Necoclí: tortugas vs. mapaches |
    En Necoclí: tortugas vs. mapaches |
24 de mayo de 2010
bookmark

La raya entre la vida y la muerte en playa Bobalito, cuando el Sol se va, la trazan dos vigías y la verifica la suerte de que las tortugas caná sean avistadas.

La palabra más esperada, vamos, la emite Bernardo Montes, uno de los dos guardianes, a las 20:10. Comienza el recorrido por la vida. No se ve a más de cinco metros. A lo lejos, la luz del faro de Punta Arenas viene y va y hacia el norte la de Punta Caribana sigue sus pasos.

El camino es de 3.700 metros por la orilla del mar. El cielo está tapado y de vez en cuando Bernardo y Azael Luna, su compañero, encienden las linternas tras un rastro que denote la presencia de una tortuga. Señalan de tanto en tanto los tótemes, palos clavados que indican dónde están los huevos dejados por las tortugas que llegaron, pusieron y se marcharon. Han llegado 89 a mediados de mayo. Poco frente a las 862 que aparecieron el año pasado.

La marea sube y podría borrar las huellas, dejando el nido a merced de los depredadores. La temporada de anidación de las tortugas va de marzo a agosto. Primero aparecen las caná, luego la verde, carey y varias especies más. Bernardo y Azael, contratistas de Corpourabá, no pueden dejar sola la extensa playa. Noche y día la recorren.

Bobalito es un recodo de Necoclí, a más de una hora de la cabecera y a tres kilómetros de donde llegan, una vez en la tarde, los chiveros. El campamento se halla unos dos kilómetros al sur del camino por el que se conquista la playa. De faro a faro son unos 10 kilómetros. Es de los únicos rincones en Antioquia donde se cumple ese ritual biológico de estos descendientes de los primeros testudines que vivieron hace 210 millones de años y que año tras año recalan en estos alejados parajes para desovar.

A medida que se avanza y el mar sube, es difícil no tropezar con alguno de los miles de palos y troncos que las corrientes del golfo de Urabá han depositado en este solitario paraje.

A lo lejos, al otro lado del golfo, en Cabo Tiburón, el telón nocturno es roto por una sucesión de relámpagos. Será cuestión de horas para que la tormenta llegue a Bobalito, pero ya una pertinaz llovizna que pega en el rostro hace difícil el recorrido.

Bernardo se desvía y camina hacia adentro. En la zona repleta de palos, ramas y cuanta suciedad ha arrojado el hombre a los océanos, señala el tótem de una tortuga que estuvo el 2 de mayo. Una caná. El nido aparece saqueado. En el exterior, una decena o algo más de cáscaras blancas indican que alguien se sirvió un exquisito manjar: los mapaches.

-Debe haber más adentro, dice Azael.

-Con seguridad que sí, responde Bernardo.

Azael se inclina y con delicadeza, escarba. Pronto encuentra varios huevos. Bernardo toma uno en su mano.

-Está muy caliente. Debe ser una hembra, concluye.

Lo deposita con los demás y con cuidado tapan el nido hasta por encima del nivel para tratar de asegurar los que sobrevivieron un primer ataque.

El éxito estuvo del lado de los mapaches esta vez. Aunque por lo general la vida de la enorme caná no peligra en las dos o tres horas que dura su permanencia en tierra, su producido tiene alta demanda. Desde los humanos, hasta perros y algunas aves cuando, a los 62 días, los canaitos eclosionados apuran su torpe paso para adentrarse en el mar, donde se enfrentarán a otra clase de depredadores.

Bernardo y Azael les ayudan. En cada tótem se registra la especie y el día de anidación. Podrán atender el momento de la eclosión, para acompañar su camino y sacar los del fondo que deben soportar el peso de la arena que envían los que primero salen.

Hay que proseguir. Punta Arenas está lejos. Una forma de evitar que decenas de bichos de todo tipo sigan picando atraídos por las lámparas.

Nada nuevo sucede. Casi al abrigo del faro, es el momento de sentarse a descansar. Son las 21:40 y la lluvia desapareció.

El regreso se hace también sin prisa. Para saber si una tortuga llegó, se mira el rastro que deja su pesado cuerpo arrastrándose sobre la arena. El camino hasta que decide desovar puede ser de 20 a 30 metros, trazando círculos o giros.

Bernardo agita su mano. La linterna señala una tortuga. Son las 22:04. Está tratando de anidar casi sobre la línea del mar. El hueco que cava con sus aletas traseras y su cloaca, quedando su cuerpo sin caparazón encima de un morro, se llena de agua. Insiste. Saca y saca arena. Retira el agua. La marea vuelve y llena el nido. Desiste a los 15 minutos. Se mueve hacia el mar, pero gira hacia adentro de la playa. Recorre dos metros y vuelve su cuerpo al mar. Sus aletas la llevan y poco a poco el agua la cubre y le facilita su desplazamiento.

Algo hizo que escogiera el sitio errado y no persistiera en su esfuerzo. ¿Qué fue? No se sabrá. En el mar aguardará hasta mañana o pasado mañana en la noche para intentar otra vez.

Azael y Bernardo alumbran en busca de mapaches. No llegaron. Por esta noche, la vida marina sale avante en un olvidado rincón del planeta.

Te puede interesar

¿Buscando trabajo?
Crea y registra tu hoja de vida.

Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD