Los insurgentes Tigres del Tamil ofrecieron ayer entregar las armas, admitiendo haber sido derrotados en su guerra de 25 años con el gobierno de Sri Lanka, mientras los residentes del país se lanzaron a las calles de la capital para celebrar espontáneamente lo que perciben como el fin cercano de una guerra que ha matado más de 70.000 personas.
Entretanto, los últimos civiles atrapados en los enfrentamientos del noreste del país huían de la zona de guerra, permitiendo que las fuerzas armadas afianzaran su control.
"Esta batalla ha llegado a su final amargo", dijo el representante de los insurgentes, Selvarasa Pathmanathan, en un comunicado. "Nuestra gente muere por las bombas, los proyectiles y el hambre. No podemos permitir que sufran más. Tenemos sólo una opción: retirar la última excusa del enemigo para matar personas. Hemos decidido callar nuestras armas", agregó.
El gobierno rechazó la llamada de último minuto hecha por los rebeldes para un cese de hostilidades, diciendo que los miles de civiles que estaban atrapados en la zona de guerra escaparon a zonas seguras y que no había ninguna razón para detener la batalla. El ejército aseguró que las guerrillas restantes todavía estaban luchando.
En las calles de Sri Lanka miles de personas salieron a las calles a celebrar la victoria con juegos pirotécnicos después de que el presidente Mahinda Rajapaksa declarara el sábado el triunfo tras una guerra civil de un cuarto de siglo contra rebeldes separatistas.
"Celebramos una victoria contra el terrorismo", dijo Sujeewa Anthonis, un vendedor ambulante de 32 años.
El presidente Rajapaksa programó una conferencia de prensa en el Parlamento que será transmitida por televisión nacional, mañana. Se espera que el presidente reitere en la conferencia que la guerra terminó.
El ejército informó ayer de la muerte de al menos 70 rebeldes que intentaban escapar de la franja de un kilómetro cuadrado rodeada por fuerzas armadas, pero los altos comandantes de los Tigres del Tamil aún no habían sido alcanzados y el ejército indicó que la dirigencia de los rebeldes probablemente permanecía en la zona de conflicto y planeaba cometer un suicidio masivo.
A medida que el conflicto se intensificó en los días recientes, creció también el temor por los miles de civiles atrapados entre el fuego.
El vocero del ejército Udaya Nanayakkara informó que los 63.000 civiles que permanecían en la zona escaparon en las últimas 72 horas, pero la prensa y los grupos humanitarios tienen prohibido ingresar a la zona de guerra, por lo que no es posible corroborar la declaración.
En total casi 250.000 civiles han tenido que escapar de los enfrentamientos en los últimos meses. Mientras que la ONU ha reportado 7.000 civiles muertos y otros 16.700 heridos del 20 de enero al 7 de mayo. Desde entonces otros 1.000 civiles han muerto, según autoridades de salud.
El ejército busca al líder de los rebeldes Velupillai Prabhakaran y a sus altos comandantes, pero se desconoce si permanecen en el país o si han escapado al extranjero. El ministerio de Defensa emitió un comunicado en el que señalaba que posiblemente continuaban en la zona de guerra y que planeaban un suicidio masivo.
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