Ya de noche, cuando se disponía a partir después de un encuentro con líderes de la subregión, identificó entre la multitud a quien fuera su sastre casi 20 años atrás, lo llamó por su nombre y saludó con euforia ante la admiración de los parroquianos e incomodidad de su séquito de seguridad.
El episodio, que tuvo como escenario a Yarumal, se ha repetido con otros protagonistas y en diversos lugares del país, en una de las facetas más características que hablan de la cercanía y casi familiaridad de Álvaro Uribe con el pueblo que gobierna.
Esa espontaneidad con la gente, temple, locuacidad para llamar a las cosas por su nombre, disposición al debate y al trabajo a todas horas, obstinación en sus luchas, regaños públicos a sus colaboradores, órdenes "en vivo" al generalato para ser más eficientes en la acción contra el terrorismo, y hasta "retiros" para buscar calma espiritual, caracterizan un estilo de gobierno que ha marcado diferencias con sus antecesores.
Ese afán por saber de todo, hacer de todo e intervenir en todo, según sus críticos, opacó la tarea de sus ministros y altos colaboradores y dio la impresión de que delegaba poco. Tanto, que se volvió expresión común aquel lema de su primera campaña: "trabajar, trabajar...".
Ah, que no es de un jefe de Estado utilizar un lenguaje fogoso, tal vez, pero cuando tuvo que hacerlo ante sus opositores o en la escena internacional, se le tradujo en respaldo popular en las encuestas.
En ese perfil, el politólogo de la Universidad Nacional Darío Acevedo aprecia un estilo muy diferente a los que acostumbraron al país presidentes que se resguardaban y no polemizaban por recomendaciones de protocolo.
"De camisa arremangada"
El analista lo ha visto como "un rompedor", porque ha sido bastante polémico con todos los sectores, incluso del Estado, en discusiones con las cortes, con magistrados, con el Congreso, los medios de comunicación. "De tanto arriesgar ha cometido errores y se le ha ido la mano, lo rescatable es el estilo frentero de tener cosas para decir y no guardarlas para cuidar apariencias o escudarse en ellas", dice.
Con los consejos comunales, afirma, ha logrado acercar el Estado a muchos ciudadanos, aunque ello no se traduzca en más eficiencia, pero sí en mayor confianza frente al Gobierno.
La presencialidad es otra característica, por ser un hombre que no se ciñe al sillón presidencial, sino que hace presencia constante en varios lugares, hasta tres en un solo día, con topografías diferentes, en una actitud que le indica a la gente que "es un hombre más de camisa arremangada que de corbata y oficina".
Uribe no es hombre de horario ni día de descanso fijo -agrega-, si le toca trabaja domingos o sacrifica vacaciones, en una actividad permanente que lo acerca mucho a la gente.
Para refrendarlo, Roberto Hoyos Ruiz, presidente de Augura, y quien trabajó con Uribe como secretario de Agricultura, recuerda que lo llamaba a la 1:00 de la madrugada a ponerle tareas. "Como me despertaba, pensaba que ya había amanecido, pero al mirar el reloj me sorprendía que él todavía estaba activo".
De esa hiperactividad subraya la manera con que Uribe aboca los temas que le apasionan hasta llegar a su conocimiento pleno. "Me asombran la pasión con que asume todas sus actividades y la memoria de las personas que conoce", afirma.
A Jaime Jaramillo Panesso, miembro de la Comisión Nacional de Reparación, le parece que es un trabajador por el país que tiene un talante laboral extremo, y por eso le gustaría que los demás tuvieran su misma capacidad de trabajo.
Y coincide con Acevedo en que con los consejos comunales ha creado cercanía con el pueblo. "Una manera 'roussoniana', directa, de trabajar con las administraciones municipales y con la población", dice.
Pero extiende ese comportamiento a la convicción de modificar las relaciones entre el gobernante y las bases populares y administrativas
Del ascetismo del hombre que no fuma, no trasnocha ni toma licor, Panesso, hombre de bohemia, no entra en reparos y valora que eso no le impide ser simpático y buen anfitrión con los amigos. "Es muy responsable de su salud, sabe que la suya es la del gobernante, no la de la patria".
El chalán que le heredó a su infancia en las fincas del Suroeste, lo "cobra" Panesso al sostener que su amor por los animales "lo distingue de los cachachos bogotanos que no tienen sino amor por los automóviles y los clubes sociales".
De su singular estilo, subraya el de su esposa, Lina, que ha adelantado una tarea de bajo perfil que no le interfiere y que no se presenta como modelo de la moda, sino como colaboradora en la oficina vecina.
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