Sin Elsa Schiaparelli, el mundo de la moda no tendría desfiles, ni hombreras, tampoco sabría lo que es un vestido con cierre cruzado, ni conocería el traje de chaqueta de noche. Desconocida para el gran público, la figura de esta gran revolucionaria de la moda resucita este año con una exposición y la reapertura de su marca.
Vinculada al círculo de los artistas surrealistas, la clave del éxito de la diseñadora italiana fue la habilidad para conjugar la creatividad sin límites de esta corriente con la comodidad que reclamaban las mujeres a comienzos del siglo pasado. Todo ello, sin renunciar a la sofisticación.
Esta fórmula le reportó éxito y fama en la década de los treinta pero también fue la responsable de que cerrara su firma en los cincuenta, al no saber amoldarse al estilo de la postguerra, que tendría a Christian Dior y Coco Chanel como máximos exponentes.
A pesar de su rebosante creatividad, la entrada de Schiaparelli en el mundo de la moda fue fruto de la casualidad. Cuando su marido la abandona a su suerte tras dar a luz a su primera hija, una pareja de amigos le pone en contacto con Gaby Picabia -exmujer del conocido artista-, para que la ayude a poner en marcha un negocio de importación de ropa francesa en la Gran Manzana.
Una vida surrealista
Schiaparelli frecuentaba y era miembro activo del círculo de los surrealistas. Su obra era el diseño de ropa, del mismo modo que sus colegas pintaban un cuadro o tomaban una fotografía. De hecho, Coco Chanel, la que fuera su eterna rival, se refería a ella como “esa artista italiana que diseña ropa”.
Sus diseños más famosos, que aún se conciben como iconos de la moda y que no han perdido un ápice de modernidad y vigencia, fueron los que realizó en colaboración con sus colegas artistas. Es el caso del Vestido langosta (1937), el Sombrero zapato (1937) o los botines hechos con piel y pelo de mono; los dos primeros, diseñados con la colaboración de su gran amigo Salvador Dalí.
No fue el único; los artistas Jean Cocteau y Alberto Giacometti también trabajaron codo con codo con la diseñadora, cuya explosiva creatividad y arrebatadora personalidad la permitió construir una marca y un nombre totalmente diferenciados del resto de diseñadores de las décadas de los 20 y 30.
El mundo del cine y la alta sociedad se rindió a sus diseños y creativos complementos, en especial las actrices Mae West, Marlene Dietrich, Katharine Hepburn o Joan Crawford, sin olvidar a Wallis Simpson, duquesa de Windsor (foto).
La más desconocida e importante de todas sus aportaciones al mundo de la moda es, probablemente, la invención del desfile tal y como lo entendemos hoy en día: una propuesta escénica teatral, muy alejado de la encorsetada y aséptica muestra de maniquíes que se estilaba en la época.
Esta aportación es un elemento apropiado del circulo de artistas surrealistas, que vieron en la “performance” y el “happening” el formato más adecuado para llevar a cabo sus propuestas artísticas.
Gracias a Elsa Schiaparelli por su visión y su capacidad de establecer diálogos entre el arte y la moda. ¡Grande Elsa!
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