La incertidumbre que rodeó el partido amistoso entre Brasil e Inglaterra, primero suspendido y luego confirmado por la justicia de Río de Janeiro, se sumó a una serie de sorpresas y problemas recientes en torno a los estadios que el país sudamericano preparó para el Mundial de Fútbol 2014.
El juego entre Brasil e Inglaterra es en el legendario Estadio Maracaná, en Río de Janeiro, que acaba de reabrir tras una polémica reforma de unos US$600 millones para el Mundial y los Juegos Olímpicos 2016.
De hecho, el amistoso es la última prueba del Maracaná antes de albergar partidos de la Copa Confederaciones, un torneo que medirá entre el 15 y 30 de junio la preparación de Brasil para la gran fiesta global del balompié del año próximo.
Una jueza de Río de Janeiro había aceptado un pedido de la Fiscalía para suspender el partido por falta de pruebas de que el Maracaná cumpla con "los requisitos mínimos necesarios" para realizar juegos o eventos. Los fiscales señalaron, por ejemplo, la presencia de materiales peligrosos dentro del estadio, como piedras o metales sueltos, que pueden representar riesgos para el público.
Horas más tarde otro juez revirtió la suspensión, luego de que la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF) demostrara que no hay peligro.
En todo caso, esta nueva controversia alimenta las dudas que han surgido con otros hechos recientes sobre si Brasil está listo para celebrar la Copa Confederaciones en apenas medio mes.
Brasil ha invertido verdaderas fortunas para construir o remodelar los estadios de las 12 ciudades sedes del próximo Mundial de Fútbol, pero varias de esas obras sufrieron atrasos importantes.
En los últimos días algunos estadios recién estrenados han deparado sorpresas cuando la FIFA, la entidad que regula el fútbol mundial, se aprestaba a comenzar a administrarlos antes de la Copa Confederaciones.
El lunes, una parte del techo del estadio nuevo de Salvador, en el noreste de Brasil, se cayó aparentemente por fuertes lluvias que acumularon agua en la membrana, hasta causar un peso excesivo.
El partido amistoso entre Brasil e Inglaterra fue suspendido, pero un juez revocó la medida horas después.
Las gradas estaban vacías en el momento de la ruptura.
Ese estadio llamado Fonte Nova reabrió en abril a un costo de unos US$345 millones. Deberá recibir juegos del Mundial y la Copa Confederaciones, incluidos Nigeria y Uruguay el 20 de junio e Italia y Brasil dos días después.
Para evitar el riesgo de que ocurriese lo mismo en otras partes del techo inundado, varios trabajadores retiraron el agua el lunes con baldes.
El consorcio que administra el estadio negó que algo similar pueda ocurrir en eventos con público y atribuyó la ruptura a una falla humana, según el diario Folha de Sao Paulo. El periódico informó de otros problemas en el mismo estadio, incluidos "puntos ciegos" en las tribunas desde donde es imposible visualizar completamente un partido.
También se han reportado problemas en el nuevo estadio de Brasilia tras un juego entre los clubes brasileños de Santos y Flamengo que lo puso a prueba el domingo.
Folha indicó que "hubo falta de energía (en el estadio), la conexión con internet se caía con frecuencia y no había agua caliente en los vestuarios".
El diario O Estado de S. Paulo, por su parte, informó que hubo "filas kilométricas" antes del partido alrededor de ese estadio, llamado Mané Garrincha.
Agregó que una hora antes del juego la policía decidió descomprimir la situación liberando el control con detectores de metal para el ingreso al estadio, pese a que esa será un exigencia de seguridad para la Copa Confederaciones.
Muchos cuestionan si fue una inversión adecuada, debido a que Brasilia no es una ciudad con grandes afluencias de público a los partidos de fútbol. Pero al inaugurarlo dando un puntapié simbólico a un balón este mes, la presidenta Dilma Rousseff habló de la "determinación" que el país tuvo al construir ese y otros estadios.
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